El episodio de la Universidad Iberoamericana metió las llamadas redes sociales a la campaña presidencial 2012. Utilizando esta herramienta, las redes, estudiantes de la Ibero y de otras universidades privadas han tenido sus quince minutos de fama. La disfrutan intensamente. Se han hecho toda clase de lecturas. Desde los que piensan que los alumnos descontentos están entre los Niños Héroes e Indignados de la Puerta del Sol, hasta quienes aseguran que es una anécdota menor que ha obtenido mucho más atención de la que merece. Ni tanto que queme al santo ni tan poquito que no lo alumbre. Se equivoca el que infla y también el que menosprecia.
Las redes sociales gozan de una impecable fama internacional después de las revueltas de Oriente Medio. El establishment gringo puso toda la carne en el asador para sembrar el mensaje de que los cambios de régimen en esos países fueron resultado de la movilización de los tuiteros. Lo que suena de maravilla, pero tiene un pequeño problema: es falso. Esos regímenes terminaron porque dejaron de ser funcionales para las potencias occidentales, comenzado por Estados Unidos e Inglaterra, que pusieron a los sátrapas y después los quitaron. Todavía emergen de la zona notas de los sicarios que se quejan porque no les han pagado lo que les ofrecieron. En Egipto, por ejemplo, no se registró una revolución de internet, sino un golpe de Estado. Mubarak fue sustituido por una junta militar que, llegado el momento, cederá al gobierno a civiles que tengan el visto bueno de la Casa Blanca.
Las redes sociales cumplieron su objetivo de agitar a la sociedad, pero el golpe de autoridad lo dieron otros. Unos salen a la calles y otros mecen la cuna. De ahí se desprende el prestigio del que gozan hoy día las redes como espacios para la protesta libre, sin patrocinios, dicen, de grupos de poder. ¿Algo similar, hablo de lo de Medio Oriente, puede ocurrir en México? Desde luego que sí: siempre y cuando no falte el factor determinante: la voluntad de los Estados Unidos. Lo anterior no debe conducir a suponer que las redes sociales son irrelevantes y que sólo sirven para dar celos, detectar infidelidades u organizar reventones. Por supuesto que no. Poner en la misma sintonía a personas que no se conocen pero que tienen intereses comunes, tiene un potencial bárbaro. En nuestro país el universo de tuiteros todavía es pequeño y reducido a sectores beneficiados por el régimen, no sus adversarios.
Santa Fe.- Debe ser una cuestión generacional, pues cuando yo era joven la Ibero era una escuela más bien fea, ubicada en las inmediaciones del Metro Taxqueña, debe ser por eso de la edad pero no logro desentrañar bien a bien lo ocurrido en la Ibero y mucho menos sus consecuencias. De las crónicas publicadas se concluye que los chicos tienen la piel suave. Ellos puedan mentar madres, gritarle a alguien en su cara ¡asesino!, insultar a todo pulmón. Ellos pueden sacar a relucir su rupestre código postal de Tecamachalco, ser insolentes, majaderos, bajo el pretexto de que son jóvenes alivianados y así se llevan. Pero si del otro lado les responden que son “acarreados” entonces se ponen chipis, padecen insomnio y les da por maquilar videos a la menor provocación, o sin ella. Si no mal recuerdo, el rector fue el que insistió hasta el cansancio para que Peña fuera a visitarlos. A la hora de las mentadas ese personaje, el rector, se esfumó. Los que comenzaron con los insultos fueron los estudiantes. Es un jueguito perverso: tiene una regla única: nosotros insultamos y ustedes se aguantan. Si les responden se desgarran las vestiduras y llaman a Derechos Humanos pues corren el riesgo de deprimirse. Concluir de ese episodio que estamos ante una movilización social de grandes alcances me parece un exceso. Su descontento ha sido capitalizado hábilmente por López Obrador que va de regreso cuando los chicos apenas se están subiendo a sus autos.
¿Jesuitas y perredistas son dos caras de la misma moneda? Eso parece. Están en su derecho. Tienen intereses comunes. No es malo que compartan el proyecto de gobierno del tabasqueño, lo que es reprobable es que no lo digan de manera abierta y monten emboscadas.