El narcomenudeo es el principal generador de violencia en la Ciudad de México. Su crecimiento exponencial se explica por dos razones: la complacencia o franca complicidad de las policías capitalinas y la sólida y creciente afición de los capitalinos a las drogas, comenzando por la mariguana y la cocaína y seguida por todas las demás.
Este crecimiento exponencial al que me refiero se refleja con nitidez en la multiplicación de las narcotiendas. Se vende droga por todos lados, con diferentes modalidades y con inaudita desfachatez y cinismo. Los lectores no me dejarán mentir. Todos los sabemos, como también sabemos que el núcleo del manejo de droga en la metrópoli es el barrio de Tepito, de donde son originarias dos bandas relativamente célebres: La Unión de Tepito y Fuerza Anti Unión.
Los policías adscritos a la zona conocen por nombres, apellidos y apodos a casi todos los integrantes de estas bandas. Saben en qué calles y callejones hay depósitos y picaderos. No los molestan porque son parte del negocio. Suena fuerte, lo es, pero también es cierto. Por esa razón, los dos más recientes jefes de esos grupos criminales, y un grupo de refuerzos del Cártel Jalisco Nueva Generación, fueron detenidos en operativos impecables por fuerzas federales, personal militar y agentes de la Fiscalía se hicieron cargo y tuvieron la precaución, tome nota, de no decirles ni una palabra a los policías de la CDMX. Saben que los capos habrían sido advertidos que iban por ellos. Repito, en las principales capturas de delincuentes en la Ciudad de los últimos años la policía capitalina fue desplazada, lo que es muy preocupante.
La doctora Claudia Sheinbaum tiene ahí una asignatura pendiente. ¿Por cuántos jefes policiacos metería las manos al fuego? Con toda seguridad por ninguno. La policía capitalina es diestra y cuando quiere puede, pero en el caso del narcomenudeo casi nunca quiere. Para estas horas ambos carteles de Tepito ya tienen nuevos jefes y el negocio sigue, o seguirá, mientras la Ciudad esté plagada de legiones de consumidores que no vinculan sus ratos de esparcimiento con la violencia que nos ahoga.
Y es que el crecimiento exponencial del narcomenudeo ha creado una masa delincuencial enorme, colosal, que nos desborda. Quienes optan por la vida fuera de la ley y no pueden vender droga pues roban, secuestran, extorsionan y otros múltiples delitos, y se conforma entonces el peor de los mundos posibles, pues por un lado están los narcos, como ya vimos asociados de manera estrecha con organizaciones del siguiente nivel, como el CJNG, y la masa de delincuentes comunes que trabajan sin cesar y que han convertido la Ciudad en un lugar peligroso y además complejo, pues por sus dimensiones y densidad no es un sitio propicio para la Guardia Nacional, por ejemplo.
Se requieren policías, los tenemos, pero sus mandos, al menos algunos de ellos, no quieren meterse con los narcomenudistas porque son uña y mugre del mismo negocio. Me parece que llegó el momento de que la jefa de Gobierno de la CDMX hable de frente con los habitantes de la metrópoli y les diga que sus hábitos de consumo de droga nos tienen en el fondo de la barranca, que calles llenas de mariguana y cocaína no tienen paz, al menos mientras esas drogas sean ilegales, lo que nos lleva al siguiente escalón: nos estamos tardando demasiado en dar el paso para legalizar las drogas. Ni se combate el consumo de drogas ni se legaliza, el resultado es la proliferación de narquitos en Tepito y anexas.
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