La relación del presidente con los gobernadores de oposición no es fácil y no tiene por qué serlo. Hay una tensión permanente que crece en situaciones como la negociación del Paquete Presupuestal, durante la cual ningún mandatario estatal queda satisfecho con la rebanada que le toca. La repartición del dinero tiene un móvil político y suele ser una entrega de premios y castigos. La oposición sale perdiendo de manera sistemática.
Lo anterior ocurre en todos los sexenios. Una particularidad de la 4T es que a los gobernadores de oposición les va como en feria cuando asisten en sus estados a mítines en los que también está el presidente López Obrador. Las rechiflas y abucheos no se hacen esperar y entonces el Ejecutivo, siguiendo un guión establecido, tiene que intervenir, pedirle a su jauría tranquilidad y decir un par de cosas buenas del gobernador y darle una palmaditas en la espalda. El mensaje es duro y siniestro. Es cooperas o cuello, te puede armar una revuelta cuando quiera.
A Javier Corral le pasó hace unos días en Chihuahua y le ha pasado a todos. El montaje queda claro cuando los que llevan a las huestes aplaudidoras son los gobernadores y entonces Andrés Manuel hace el chistorete de que el mandatario llevó porra. Sucede una y otra vez. El propósito último del gobierno es que al final del sexenio la mayoría de los gobernadores sean de Morena y eso facilite que ganen la elección presidencial del 2024 y ya encarrerados la del 2030. Eso buscan, que lo consigan es otra historia.
Los gobernadores de oposición se pertrechan. Los del PAN se han organizado formando un frente común y los del PRI, como su dirigente nacional prefiere el perfil bajo, pues ellos también tratan de no hacer olas. Es su manera de subsistir. Al que alborote lo ponen en la mira de Santiago Nieto y entonces sí, a sufrir.
El tema de la seguridad ha sido motivo de jaloneo permanente entre el gobierno federal y los gobernadores de los estados en el primer año del sexenio. Una estrategia errática ha impedido que los indicadores de violencia se reduzcan, de hecho en algunos rubros han crecido. El nuevo gobierno apuesta muy fuerte por la Guardia Nacional pero es un cuerpo verde que todavía no hace ninguna diferencia. Los gobernadores sienten, sobre todo los de entidades con presencia fuerte de bandas de la delincuencia organizada, que el discurso de abrazos no balazos, el regateo de presupuestos y la confusión imperante, los sitúa en una situación de alto riesgo. Varios de ellos están buscando soluciones propias incluso con acuerdos internacionales, como es caso nítido de Tamaulipas, que no puede estar esperando al gobierno federal y ha tomado su propia ruta de colaboración con Estados Unidos. No hace mucho algún ingenioso tuvo la idea de balconear a los gobernadores que no asisten a las reuniones tempraneras de seguridad. Fue una jugarreta sin sentido porque no hay una relación entre madrugar y dar mejores resultados en materia de seguridad. Las protestas no se hicieron esperar. La molestia en lugar de menguar, crece. Mañana martes se verán las caras gobernadores y funcionarios federales. Como no hay nada qué presumir, lo único que pueden hacer es dejar a un lado los egos y recriminaciones y ponerse a trabajar de manera coordinada. Si tienen que hacer cambios que se hagan, pero seguir como vamos en materia de seguridad será una tragedia colectiva. Trabajen bien, antes de salir el sol, a mediodía, en el ocaso o en la noche, pero háganlo.
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