La 4T llega al quinto aniversario de la noche triste de Iguala, la noche de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, con las manos vacías.
Desde diciembre del año pasado el nuevo gobierno, cuyos personeros hablaron más de la cuenta durante el proceso de transición, no ha dado ni un solo paso hacia adelante que ayude a esclarecer los sucesos. Ni uno solo. De hecho su oferta a los padres de los normalistas es iniciar una nueva investigación, no exactamente desde cero, pero casi.
La situación es de tal apremio que el presidente López Obrador pidió ayuda a la gente para que si alguien sabe algo, por ejemplo el paradero de los cuerpos de los jóvenes, lo diga y contará con la protección de las autoridades. Es como esperar un milagro. Ojalá que suceda.
En lo que va del actual gobierno, muchos de los acusados han recuperado su libertad y es posible incluso que José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda estén en la calle en cualquier momento. Abarca era el alcalde de Iguala, jefe de la policía municipal que supuestamente detuvo a los normalistas y se los entregó a los Guerreros Unidos, y la señora Pineda es parte de una familia del crimen organizado muy conocida en la zona.
¿A dónde nos conduciría una nueva investigación? Los culpables son los Guerreros Unidos de eso no hay vuelta de hoja. Acaso no todos los normalistas fueron ejecutados en Cocula y sus cuerpos aparezcan en otro lado, pero mientras más tiempo pase más lejos estaremos de la verdad. El gobierno ni siquiera tiene en el radar al grupo internacional de expertos que nada más no aparece por ningún lado.
Ante el desconcierto, algunas figuras políticas han reaparecido con el propósito de mejorar su imagen. Uno de ellos fue Ángel Aguirre, exgobernador, que deslizó ante los medios su propia versión de los hechos: la voz de mando, a la que obedecían policías y mafiosos era la del Patrón, un delincuente que opera en Huitzuco, una comunidad a 30 kilómetros de Iguala, tierra de Rubén Figueroa, a quien apodaban El Tigre, por algo será.
Más allá de la investigación y del hecho obvio de que la 4T no sabe por dónde entrarle, destaca que tampoco ha podido desmontar en esa zona de Guerrero las condiciones imperantes que dieron lugar a una atrocidad como la de esa noche de Iguala. Siguen el cultivo y trasiego de Amapola, continúa el de mariguana, permanece el de minerales y hay una enorme cantidad de grupos armados, demasiados, de modo que los grupos criminales hegemónicos hace cinco años pueden cambiar de nombre, pero la realidad es que ahí están. Ha faltado una investigación seria sobre los propios estudiantes y sus líderes, y sus probables vínculos con Los Rojos.
Como es un grillo experimentado, Encinas, que no tiene nada qué ofrecer, ganó tiempo, por lo menos dos meses y medio para nuevos encuentros de evaluación con los padres de los normalistas. Es increíble que habiendo grabaciones telefónicas entre los capos de Guerreros Unidos girando instrucciones sobre qué hacer con los normalistas, todavía haya dudas de qué grupo es el responsable.
Si no ocurre el milagro que pidió el Presidente y una voz se acerca a revelar la ubicación de los cuerpos de los normalistas, no parece que haya avances. Encontrar los cuerpos no quiere decir que los responsables estén en la cárcel, que es el fin último de la justicia. Si aparecen algunos cuerpos pero no hay culpables, será como haber realizado un hallazgo en una fosa clandestina.
@soycamachojuan