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Primer Informe, malas cuentas



Ya estamos a una semana del Primer Informe de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ver para creer.

En una frase que seguramente desconcertó a sus seguidores, el Presidente dijo que ya no puede culpar de los problemas del país a las administraciones pasadas, que ya son responsabilidad suya y de sus colegas de la llamada Cuarta Transformación. De seguro varios de ellos seguirán culpando al cochinero del pasado, pero la verdad es que ha llegado el momento de que asuman su responsabilidad. Después de todo están a unos días del primer informe, quién lo diría.

El gobierno llega al primer informe siendo la imagen fiel de su líder máximo, López Obrador. O sea en agitación permanente, guiado por ocurrencias y corazonadas, generando en parte la tormenta por la que navega el buque de la nación hacia un puerto desconocido. El partido que creó, Morena, está crujiendo por todos lados y hay señales de que pronto reeditará el tema de las tribus que hundió al PRD.

No pongo en duda, para evitar malos entendidos, ni su buen corazón ni su honestidad. Estoy seguro que el político tabasqueño no es un ratero como la mayoría de sus antecesores en ese alto cargo y que es un patriota. La pregunta pertinente es si es suficiente ser honesto y bien intencionado. A juzgar por lo alcanzando en este primer año de gobierno son rasgos positivos pero insuficientes. Notablemente insuficientes. Más allá de fobias personales, lo real es que la violencia está fuera de control, sigue como estaba el año pasado, y la economía no crece, estamos en ceros, lo que contribuye a que la inseguridad aumente en un círculo perverso.

Los grandes proyectos de infraestructura, a saber: Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, no arrancan y hasta ahora sólo han generado dolores de cabeza. La austeridad a rajatabla mandó a muchos burócratas a la calle y la verdad todavía no hay datos de que los programas sociales tengan el impacto deseado. La anunciada batalla contra la corrupción tiene hasta ahora una sola figura en la cárcel, Rosario Robles, que parece más un acto de venganza que uno de justicia.

La curva de aprendizaje ha sido demasiado larga en muchas dependencias. La obsesión de llegar a descubrir el polvo rojo de los ladrillos como en el tema de la seguridad ha resultado un desastre. La Secretaría de Gobernación parece cada vez más un cascarón, la Secretaría de Seguridad se quedó a medio camino y todas las canicas están puestas en la Guardia Nacional, que tal vez entregue buenos resultados en un par de años, pero que hoy está dando palos de ciego.

No hay una estrategia clara, comprensible. Los gazapos de la última semana sobre el supuesto diálogo del gobierno con grupos armados lo demuestran. Es un verdadero galimatías y todo mundo hace lo que piensa que es lo mejor, aunque al final del día sean desautorizados por el propio Presidente. Olga Sánchez debe extrañar su escaño y Alfonso Durazo ya quiere que sea el día de emigrar a Sonora. Los únicos que tienen más poder en materia de seguridad son los militares que ya están a cargo de la seguridad pública. Son la última línea de resistencia y no tienen permiso de fallar.

Nada me cuesta reconocer que mucha gente se puso contenta con el triunfo de AMLO, habría que preguntarle qué piensan un año después y si la realidad es lo que sus expectativas marcaban. Pueden venir tiempos mejores, ojalá que sí porque todavía hay cinco largos años por delante.

 

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@soycamachojuan

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