Donald Trump es uno de los principales promotores del voto a favor de López Obrador. Me explico. Cada macanazo que el presidente de Estados Unidos le propina al gobierno mexicano, y le ha dado muchos desde que apareció en el escenario público, aturde al equipo de Peña Nieto, afecta su imagen ante los mexicanos y opera naturalmente a favor de la oposición, en este caso la que encabeza, de manera acaso irreversible, López Obrador.
Es obvio que Trump lastima al gobierno actual y favorece a la oposición. Se puede detectar a muchas millas de distancia, pero a Trump y su equipo parece no importales. ¿Por qué lo hace? La respuesta es: piensa mal y acertarás. Acaso piensa que con un presidente como el tabasqueño, que podrían etiquetar sin problemas de populista tipo Venezuela, le podrán dar vuelo a sus apetitos intervencionistas, argumentando que del otro lado de la frontera, pasando el Río Bravo, hay un gobierno peligroso, afín a la Revolución Bolivariana. Es la única explicación más o menos sensata.
El equipo del presidente Peña se ha esmerado por tener la mejor relación posible con el magnate, salvo porque no es posible tener con él una relación funcional. Ni siquiera su esposa Melania la tiene. Peña sacrificó al altar de Trump, casi como una misa negra, su esquema de sucesión presidencial. Tuvo que prescindir de Videgaray, mandarlo un rato a la banca y después reciclarlo como canciller. Más allá de fobias, Videgaray, a quien todo mundo acepta como hombre de luces, ha hecho hasta lo imposible por ubicar la relación bilateral en un carril de civilidad, pero Trump se salta las trancas un día sí y otro también.
¿De dónde surge el odio de Trump hacia los mexicanos? Yo creo que es de suyo un señor racista, casi nazi. En su campaña rumbo a la Casa Blanca, en la que nadie creía en su triunfo pues estuvo todo el tiempo muy abajo en las encuestas, descubrió un filón de oro: ubicar a los mexicanos como los malos de la historia. Los culpó de que la gente de Ohio, por nombrar un estado, no tuviera chamba y además dijo que los mexicanos que cruzaban la frontera eran narcos, violadores, ladrones. Su perorata cayó en terreno fértil, a millones de gringos eso les pareció una revelación bíblica. De ahí para el real.
Después vino la idea del Muro y la insistencia en que nosotros, los mexicanos, teníamos que pagar una obra de infraestructura dentro de territorio gringo. De locos. En fin, que a pesar de los esfuerzos del canciller Videgaray, a Trump le encanta zapearnos. ¿Por qué le interesa minar al actual gobierno y azuzar el triunfo del opositor Obrador? Pues para lanzar una intervención a fondo. No digo que el tabasqueño lo busque o que no sepa cómo tratarlo, pero en el entorno de Trump se calcula que México sería el villano perfecto con López Obrador en Palacio Nacional.
Tocan a la puerta tiempos difíciles. No hemos visto nada todavía. Y uno de los factores más difíciles de manejar será la relación bilateral. El tipo de cambio, la evaluación de las calificadoras y la confianza de los inversionistas comienzan a dar señales de nerviosismo.
Tener a Trump allá y a López Obrador acá tiene pinta de tormenta perfecta.