Doña Josefa pasó seis meses en el anonimato al que están sometidos muchos de los integrantes del gabinete de la Cuarta Transformación. Una vez sacó la cabeza para hacer el chiste bobo de que ella sí cree en los aluxes, esos como duendes mayas que hacen diabluras, entre ellas retrasar vuelos de líneas comerciales. Igual y no era un chiste y ella sí cree en los aluxes como otros creen en el apóstol de la Luz del Mundo, en eso mejor ni meterse.
Doña Josefa era titular de la Secretaría de Media Ambiente y Recursos Naturales. Era una de las integrantes fifí del gabinete, otro de ellos era Germán Martínez. La verdad ignoro si venía haciendo un buen papel en esa dependencia, pero por ahí trascendió que al igual que otros de sus colegas se quejaba porque le impusieron funcionarios y la dejaron sin un quinto para operar. Sus otros quince minutos de fama los generó su renuncia que ganó, esa sí, las primeras planas.
Lo más destacado fue el motivo de su dimensión, una metida de pata enorme: pedir a Aeroméxico que retrasara la salida de un vuelo porque a la señora se le hizo tarde para abordarlo. La cacharon y cuando su caso subió a las redes sociales su suerte estaba decidida. Por incurrir en el influyentismo perdió su chamba. Como es hija de un gobernador pensó que “qué tanto es tantito”, pero la verdad que se pasó. Igual y con un correctivo, con una disculpa pública habría sido suficiente, pero el Presidente no quería un castigo acorde con su falta, quería su plaza.
¿Para qué quiere AMLO esa plaza? Dicen los malpensados, que suelen ser acertados, que el equipo del presidente detectó desde hace tiempo poco entusiasmo en la exsecretaria del medio ambiente por temas como la refinería de Dos Bocas, los estudios de impacto ambiental del Tren Maya y los correspondientes al aeropuerto de Santa Lucía. No le parecían ideas tan geniales como las considera el Presidente e incluso estaba dispuesta a levantar la voz. No sabremos nunca qué hubiera hecho como funcionaria, pero tal vez hable en calidad de ciudadana, pues en estos meses hizo acopio de información relevante sobre esas obras.
El Presidente castigó fuerte el influyentismo, veremos qué tan seria es su campaña para terminar con esa nociva práctica cuando sepamos el nombre del sucesor al frente de la Semarnat. Si de verdad López Obrador quiere acabar con el influyentismo seguramente serán falsas las versiones de que el nuevo titular será Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas y uno de los personajes más controvertidos del quehacer nacional que pasó de ser fan de Enrique Peña a ser acólito de López Obrador. Ya se vio que hará lo que sea para seguir cerca del fogón, incluso recurrir a la traición.
Lo cierto es que de la Cuarta Transformación emana una sensación de que nadie sabe bien a bien lo que está pasando. Sus defensores están en serios aprietos para justificar decisiones muy retorcidas. Hay quien sostiene que pronto otros nombres se sumarán a los de Germán Martínez y Josefa González Blanco, pues hay otros funcionarios con ganas de salirse del gran salón donde chambean de floreros, en donde a pesar de sus conocimientos nadie realmente los consulta ni los toma en cuenta, pues estamos ante el gobierno de una sola voz que da y quita. La voz del berenjenal, del embrollo como estilo personal de gobernar.
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