José Antonio Meade.- Tengo la convicción de que Enrique Peña tiene a Luis Videgaray como primera opción para la sucesión presidencial 2018. El secretario de Hacienda es su colaborador más cercano, en el que más confía, responsable en buena medida del diseño del actual gobierno, incluyendo el ambicioso paquete de reformas estructurales. Peña encargó a Videgaray coordinar su campaña presidencial y también, hay que recuperar el dato, la del Estado de México, que llevó al triunfo a Eruviel Ávila. Muchos compartían la certeza de que Videgaray transitaría el sexenio trotando tranquilo en caballo de hacienda rumbo al 2018.
La buena racha duró poco. Declinó cuando la cotización del petróleo comenzó a mostrar fragilidad que se convirtió, poco tiempo después, en un verdadero desplome. Esto provocó, como no podía ser de otra manera, el ajuste a la abaja en las expectativas de crecimiento y recortes al gasto público. Al factor del petróleo se tienen que agregar otros tres: el asunto de la casa que Videgaray compró a grupo Higa, detrás del cual hay adversarios que tienen salida en periódicos de las dimensiones del Wall Street Journal. Y en las últimas semanas la devaluación del peso frente al dólar y el asunto de la reforma fiscal con su declaración por demás tronante de que no habría ningún cambio en el resto del sexenio y, bueno, ya sabemos que los cambios se cocinan. El resultado es que el secretario de Hacienda tiene varios meses a la defensiva, contra las cuerdas, lo que no es recomendable para un probable candidato presidencial.
Ante este panorama el presidente resolvió meter a José Antonio Meade al elenco sucesorio. Lo nombró secretario de Desarrollo Social, la cartera que Carlos Salinas eligió para consolidar a Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial del PRI. Salinas sabía lo que hacía. Meade es un servidor público de élite. Ha sido secretario de Energía, de Hacienda, (en el sexenio de Calderón) de Relaciones Exteriores y ahora de Sedesol con Peña. La comunidad financiera internacional lo conoce y lo respeta. Para redondear su hoja de servicio le faltaba una cartera con baños de pueblo todos los días y salida constante a los medios de comunicación. Meade está en uno de los mejores carriles para competir en el 2018, el carril que tuvo Colosio.
Agustín Basave.- El espíritu de Luis Donaldo también se manifestó con la decisión de las tribus del PRD de nombrar al doctor Agustín Basave como nuevo dirigente nacional del sol azteca, partido al que acaba de afiliarse. Se confirmó que las condiciones al interior no permitían que un militante con trayectoria asumiera el cargo pues los ánimos siguen muy caldeados. Ninguna tribu quiso dar su bracito a torcer. Lo curioso es que Basave, un académico con muchos entorchados, incursionó en los niveles altos de la política de la mano de su gran amigo el sonorense Luis Donaldo Colosio. Estuvieron cerca en la oficina principal del PRI y después en la Sedesol y en la malograda campaña que concluyó de manera abrupta una tarde de septiembre en Lomas Taurinas.
Basave no será, si se concreta su arribo, el único ex priista que resuelve tirar la camiseta tricolor y afiliarse al PRD. Lo hicieron también otros dirigentes nacionales como Cárdenas y López Obrador, que alcanzaron niveles de deidades para sus correligionarios. La capacidad de Agustín para leer la realidad nacional y su destreza para el debate político con rivales como Beltrones, Castillo o Batres no están a discusión. Lo hará muy bien. Lo que está en el aire es si tiene o no capacidad para ser interlocutor efectivo de las tribus perredistas. ¿Sabrá quién es quién? ¿Qué intereses representan? ¿Cuántos votos suponen? Conocer las entrañas del PRD para un externo es una misión casi imposible.
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