En los últimos días, Margarita Zavala ha sido la aspirante presidencial más visible. Una vez que concluyó la jornada electoral del 4 de junio resolvió que era momento de meter el acelerador a fondo. Ahora o nunca. Su estrategia tiene dos vertientes. La primera es disparar todas las municiones que tiene sobre Ricardo Anaya, dirigente nacional y su rival a vencer en la disputa por la nominación del PAN para el 2018. Le ha dicho de todo a Ricardo y me parece —aquí entre nosotros— que se ha quedado corta.
Anaya está imbuido por el torvo espíritu de Roberto Madrazo. O sea, usó su puesto de presidente de partido para hacerse, con cargo a las prerrogativas, su campaña presidencial. A pesar de lo cual este año ha entregado malas cuentas. En el Edomex el PAN recibió una paliza de dimensiones históricas, hizo el ridículo. También perdió, contra todo pronóstico, Coahuila. Anaya está furioso por lo de Coahuila, incluso mandó a sus huestes a tomar las calles, porque sabe que esa derrota puede descarrilar sus aspiraciones, pues aunque tenga bajo control la estructura del partido, respaldar a un dirigente perdedor no suena nada bien. No demerito la victoria en Nayarit, respaldando al millonario hijo del multimillonario ex gobernador. Un cacicazgo en toda forma.
La segunda vertiente de la estrategia de Margarita es emprender una gira nacional exprés de un mes. Se llama, la gira, “Voy por México”. El propósito es dejarse ver y presionar para que su partido, léase Ricardo Anaya y su cúpula, definan cuanto antes el método de selección del candidato. Ella quiere que participe la mayor cantidad posible de panistas, militantes y simpatizantes, y Anaya quiere restringir a la militancia. En lo que va de la gira ha tenido eventos buenos, la mayoría regulares, otros desastrosos, reventados por gente que no quiere verla en la boleta porque tienen cuentas pendientes, como las personas vinculadas al caso de la Guardería ABC que no se la perdonan. Margarita aguantó a pie firme. No le queda de otra, si quiere ser candidata no puede andarse con miramientos.
Claro que la que se ríe se lleva y si quiere meter un pie en el bando de los rudos, sus adversarios y los de su marido, que son legión, la tratarán igual. Lo mejor de todo es que después de los adversos resultados para el PAN en la elección de junio 4 y del activismo de Margarita que parece que va en serio, para Ricardo Anaya, que quiere ser presidente de México con su familia viviendo en el extranjero, no será un día de campo quedarse con la nominación del PAN.
¿Y el PRD? Ver para creer. López Obrador volvió a batear al PRD. Lo hizo de nuevo. Es una costumbre sádica que muchos perredistas masoquistas disfrutan. ¿Alejandra Barrales será una de ellas? El PRD demostró en las elecciones del Edomex que tiene vida sin el tabasqueño. La condición es que no se sigan dividiendo, que busquen buenos candidatos y que trabajen, que suden la camiseta. Muchos de los líderes del PRD se han aburguesado a grados enfermizos. Lo único que quieren es trabajar durante comilonas en los restaurantes más caros de la ciudad. Les da flojera gastar los zapatos. Son dirigentes de café y postre. Les tiene que caer el veinte de que son el único partido con una agenda progresista de libertades individuales. ¿Por qué no lo aprovechan? Son en los hechos la única opción de izquierda real en el país. Si logran que se note, que lo sepan todos los mexicanos, serán muy competitivos.