Entre los políticos el derecho al pataleo es sagrado. De modo que Martí Batres puede darse a conocer como un chamaco berrinchudo por unas horas, siempre y cuando sepa detenerse a tiempo. Si se pasa, no sólo perderá la posición por la que estaba peleando, sino que saldrá del juego.
Martí y Monreal son adversarios políticos desde hace rato. A pesar de sus diferencias notables tienen algo en común: ambos tienen el mismo jefe político, López Obrador, que no quiere distraer energías para evitar que el fuego en la bancada de Morena termine siendo un incendio de grandes proporciones. El tabasqueño mostró su contrariedad por el encontronazo en la cúpula del Senado diciendo: “El pueblo sabe quién es el trepador y oportunista. Los cargos no importan”.
La rabieta de Batres tiene su origen en el hecho de que se dio cuenta de que no es el único senador listo de Morena y que la experiencia, el colmillo y arte de la negociación también sirven y suelen decidir batallas. Monreal le ganó a Batres el round, pero la pelea todavía tendrá muchos otros, así que hace mal en desesperarse y quemar su pólvora en infiernillos. Habrá otras oportunidades y campos de batalla distintos, comenzando por Morena. La dirigencia nacional del partido es la siguiente gran batalla. Si Batres logra que Monreal esté lejos de los principales cargos habrá empatado el marcador y seguirá en la competencia rumbo al 2024. La sucesión se decidirá en el partido, no en el Senado.
Quienes tomaron nota del desencuentro fueron los partidos de oposición, que andan todavía trabajando a medio gas. Morena parecía una fortaleza inexpugnable, no lo es, es un movimiento tratando de convertirse en partido y en el camino se generarán muchos daños colaterales. Claro que hay que embestirlo, molestarlo, distraerlo y la división en la bancada es una muestra de que las cosas en el Olimpo político marchan mal, hay enconos que se pueden convertir en fracturas. El presidente López Obrador con sus declaraciones le dio un pase de gol: ¿hay que investigar quién es el trepador y oportunista?
Olga organiza cita a ciegas. La Secretaria de Gobernación soltó ayer, como si nada, una declaración escalofriante: anunció que el Gobierno ha estado conversando con grupos criminales interesados en deponer las armas y reinsertarse en la sociedad. Es algo que había dicho hace meses el propio López Obrador que generó, como es natural, un escándalo y que ahora vuelve a las primeras planas por las palabras de Olga Sánchez Cordero. Por supuesto, se abarrotan las preguntas. La primera es que perseguir a los delincuentes no es opcional para la autoridad, es su responsabilidad constitucional y si no lo hace incurre también en un delito. Si la autoridad sabe la ubicación de un delincuente con orden de aprehensión y no lo detiene, incurre en una falta.
El Gobierno debe asumir que una decisión así lo puede desprestigiar fuera y dentro del país. ¿Qué puede negociar el gobierno con un grupo de criminales y qué posibilidades hay de que ellos cumplan lo que prometan? Digamos que un grupo que ha matado a cientos de personas y violado a docenas de mujeres, asaltado, extorsionado, traficado. El jefe de ese grupo y algunos de sus compinches consideran que ya tienen suficiente y se levantarán de la mesa con sus ganancias. ¿El Gobierno los dejará en santa paz así como así?
La verdad es una muy mala idea que no tiene oportunidad de instrumentarse bien.
[email protected]
Twitter: @soycamachojuan