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El turismo y la Cuarta Transformación



Al Presidente Electo le interesa llegar al primero de diciembre, día de su toma de posesión, con la certeza de que la comunidad empresarial recibió su mensaje: el poder político,  no el económico, conducirá el país.

Dicen los que saben que eso es lo que estuvo detrás de la decisión de suspender de tajo una magna obra de infraestructura que tenía más del 30 por ciento de avance, el aeropuerto de Texcoco, para optar por una opción que se mueve en la incertidumbre, la de Santa Lucía, lo que ha llevado a algunos analistas a adelantar la posibilidad de que no habrá ningún nuevo aeropuerto.

Al interior de la comunidad empresarial hay descontento y desconcierto. Los capitanes de la IP están alterados porque López Obrador les dio atole con el dedo durante varios meses y ellos, los empresarios, algunos de ellos francamente demoniacos, se vieron como chicos cándidos e ingenuos. ¡Ingenuos!

El desconcierto obedece a que, a diferencia de la mayoría de sus antecesores, a AMLO no le interesa terminar el sexenio con más dinero que un empresario exitoso. No quiere ser millonario, pretende ser Juárez o al menos Lázaro CárdenasNo busca aparecer en la lista de Forbes, sino en los libros de historia y en las monografías de las primarias, lo que lo vuelve muy difícil de manejar.

A lo largo del próximo sexenio, o el tiempo que el tabasqueño proyecte quedarse en Palacio Nacional, la relación entre el gobierno federal y los empresarios será áspera. ¿Qué pasará en el sector turismo? ¿Cómo será la relación entre el próximo secretario de Turismo, Miguel Torruco, y los empresarios del ramo?

El motor que enciende las acciones de la industria turística es la voluntad política. Es un axioma, pero los verdaderos protagonistas son los empresarios, lo suele reconocer el propio Torruco que sabe que los empresarios se quedan mientras que los políticos van y vienen según soplen los vientos del poder. Para que el turismo funcione en el país, en un estado o en una localidad, es indispensable la voluntad política, pero el trabajo diario queda en manos de los empresarios, de todos los tamaños: pequeños, medianos, grades y colosales.

La llamada Cuarta Transformación se tiene que hacer sentir frente a los empresarios de gran tamaño. Les tiene que hacer llegar al mensaje del primer párrafo: el poder político conducirá al país, y en este caso impondrá sus prioridades sobre los intereses de ese grupo que desde hace años está enquistado en los puestos donde se mueve el dinero de la industria, donde se deciden los grandes proyectos y se reparten los presupuestos más jugosos, lo que nos lleva directito al tema central de la relación gobierno-empresarios de turismo para el próximo sexenio: el proyecto del Tren Maya y sus opciones de financiamiento.

Lo que se ha dicho es que el proyecto del Tren Maya será financiado al menos en parte con el dinero que se usa para la promoción turística. Ese dinero es manejado desde hace años por un pequeño grupo de interés que no quiere soltar la presa. Es, digamos, su botín.

No obstante, en el debate tienen un punto a su favor: sin promoción, México será vulnerable y otros países se quedarán con las rebanadas más grandes del pastel de las divisas. La tarea para Miguel Torruco es una suerte de galimatías. Debe obtener dinero para la promoción pero no entregárselos a los empresarios de siempre, sino a otros, de manera que la Cuarta Transformación se asienta en la industria de viajes. Ya veremos cómo se las arregla.

 


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@soycamachojuan

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