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“Verdad Histórica” en construcción



El gobierno de López Obrador construye en estos días su “verdad histórica” sobre la tragedia de Tlahuelilpan. Que coincida o no con lo que realmente ocurrió está por verse.

El nuevo fiscal general, Alejandro Gertz, es el encargado directo de la construcción de la que será la versión oficial. Es un gallo muy jugado. Ya adelantó que citará a declarar a todos los funcionarios de los tres órdenes de gobierno de alguna manera vinculados a los hechos, incluidos los mandos de la Sedena y la Marina Armada de México. No hay que olvidar que hay videos de los momentos previos y posteriores a la explosión que pueden aportar datos valiosos. ¿Qué saldrá de todo eso?

Si la tragedia hubiera ocurrido antes del 30 de noviembre del año pasado los robots del coro digital y los porros políticos afines a la causa de Morena ya habrían dado su veredicto: Fue el Estado, pero como ahora su líder es el jefe del Estado van a tener que recurrir a su imaginación y buscarle por otro lado. El flanco de los huachicoleros, los de la Torre de Pemex y los que operan a ras de tierra, es atractivo, pero como el tiempo pasa y no hay arrestos ha perdido encanto.

Claro que una cosa es el tema del huachicoleo institucionalizado y otra, distinta, el manejo de la crisis que derivó en tragedia y que según todos los indicios con los que se cuenta pudo ser evitada. Eso es justo lo que más duele. De lo publicado hay dos aspectos que han tenido explicaciones deficientes. El primero es cuestión de tiempo. Según las notas, desde que se detectó la fuga al momento de la explosión alrededor de cuatro y media horas, que es muchísimo tiempo. Además, según revelaciones del alcalde, no era una toma clandestina, pues mucha gente sabía de su existencia  y  otras  veces  había  sido  “picada”.

La pregunta es por qué no cerraron las válvulas. Un telefonema habría sido suficiente para que alguien al interior de la refinería cerrara el ducto. La versión esa de que no se consideró una fuga relevante es francamente insuficiente e irresponsable. En esas cuatro horas y media podrían haber llegado refuerzos de la policía estatal o municipal, incluso las fuerzas federales. No para que reprimieran a los pobladores sino para alejarlos del peligro.

Pasó tanto tiempo que la gente que estaba más cerca del ducto, muchos de los cuales ahora son difuntos, se drogó con los gases que emana la gasolina. Hay multitud de crónicas de su comportamiento errático, irracional, fuera de sí. Ya se ha dicho en diversos artículos, pero es necesario subrayarlo, para proteger no es necesario reprimir. Lo que sale a flote es que ni el Ejército ni la Marina ni mucho menos las policías locales tienen capacitación ni herramientas para manejar una situación como ésta, en la que el pueblo sabio y bueno se vuelve necio y malo, lo que por cierto ocurre con frecuencia.

No está de más recordar que la Fiscalía General ya pidió la ayuda de la población para denunciar de manera anónima delitos como robo de hidrocarburos, transporte de hidrocarburos sustraídos ilegalmente y venta ilícita de los mismos. Estamos ante un monstruo de mil cabezas. Desde hace mucho sabemos en México que los veneros del petróleo los escrituró el diablo, cuya especialidad, lo dicen las escrituras, es generar confusión. De modo que lo importante es desmontar el andamiaje del huachicoleo para descubrir cómo funciona, desde la Torre de Pemex hasta los llanos de Tlahuelilpan.

 


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@soycamachojuan

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