Los líderes de la CNTE son un saco de mañas. No descubro nada. Juegan siempre en el límite entre lo legal y la delincuencia organizada. Lo hacen porque pueden, el gobierno los deja y han obtenido buenos resultados. Un día cometen actos de vandalismo y al día siguiente, en lugar de estar en prisión, los invitan a negociar entre mullidos sillones, galletas y lindas edecanes. De manera sistemática se salen con la suya. Presionan por aquí y por allá. Doblegan a autoridades —hay que llamarlas de alguna manera— que no quieren queso, sino salir de la ratonera.
Sin embargo, el sentido común, vigente incluso entre mafiosos, los habían librado de incurrir en errores tan grotescos como cortarle el pelo, en algunos casos rapar, a sus colegas que no acatan sus consignas. Acaso logren intimidar a algunos de ellos, esto está por verse, pero lo que no tiene discusión, lo que es evidente, es que le dan municiones de sobra a los medios de comunicación, entre los que tienen pocos amigos, para que les tiren mañana, tarde y noche y además con sobrada razón. Es una estupidez sin defensa. Un autogol. Se trata de un gesto cobarde que los pinta a brochazos como gandallas, cuyas causas no merecen ni atención ni respeto.
En efecto, si alguien tenía un resabio de simpatía por su causa, la está perdiendo a pasos agigantados. ¿En qué estaban pensando? ¿Estaban en sus cinco sentidos? Si alguno de ellos lee este texto, que tome nota: la ronda de entrevistas que está dando la aspirante a maestra que Chiapas fue agredida por los porros de la CNTE, le está haciendo más daño a la causa del magisterio disidente que cualquier ordenamiento de las autoridades o los periodicazos de columnistas. La chica agredida trataba de obtener un empleo en la Educación Media Superior. Una ciudadana más tratando de salir adelante, pero no contaba con que los maestros, en su faceta de pandilleros, le quitaran su ficha, la jalonearan, le cortaran mechones y la insultaran acusándola de “charra”, cuando todavía, ni siquiera, es parte del sistema educativo. Esos maestros violan los derechos humanos.
He dicho, y lo sostengo a pesar de todo, que las protestas de los maestros tienen aspectos atendibles, que en realidad estamos ante una reforma laboral que tiene el objetivo central de que el Estado mexicano recupere el control del proceso educativo que perdió con negligencia. De las cuestiones realmente educativas se ha dicho poco. Vemos escuelas que operan en condiciones de vergüenza colectiva y es obvio que el salario de los trabajadores de la educación se depauperó en las últimas décadas. Nada de eso autoriza a los activistas de la CNTE a agredir a la población, muchísimo menos a sus colegas presentes y futuros. Su violencia los desacredita y opera en favor de sus adversarios políticos. Su derecho a protestar, resguardado por la Constitución, se degrada. Claro está que los ánimos se crispan y se abre un abanico de posibilidades, todas ellas funestas.
Los activistas de la CNTE se esmeran por justificar acciones de represión por parte de las autoridades. Los ciudadanos están indefensos. En el pulso entre gobierno y activistas, los que siempre salen perdiendo son los ciudadanos que se quedan atrapados en el tráfico, que tienen que aguantar toda clase de insultos con el pretexto de “la causa”, que es una coartada para perpetrar toda clase de abusos. ¿Usted, amable lector, qué opina?
@juan_asai