Viernes 22 de Noviembre, 2024 - México / España
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Un país de Meme



Antes de juntar llaves para mandarle hacer un monumento, los fans de Joaquín El Chapo Guzmán deberían esperar a que el delincuente sinaloense conteste las siguientes preguntas que su momento se plantearon, también desde las páginas de Crónica, a su cómplice y paisano  el Mayo Zambada.


¿Cuántas vidas debe el señor Guzmán? ¿Cuántos seres humanos ha matado él, personalmente? ¿Cuántos ha mandado matar? ¿Cuántos han muerto intoxicados por las drogas ilegales que trafica? ¿Entre su elenco de muertos hay soldados, policías o periodistas? ¿Hombres,  mujeres o niños? ¿Las víctimas, en sus últimos instantes de vida, sintieron miedo,  se  arrodillaron  pidiendo clemencia? ¿Tuvo misericordia de los heridos, los torturó o les dio el tiro de gracia? ¿Cuántos hogares en México y el mundo han quedado enlutados por obra y gracia del Chapo? 


Si después de conocer las respuestas la gente lo sigue considerando un sujeto  digno de un homenaje, pues ni modo, qué  se  lo hagan en forma de  Misa  Negra  Una  cosa  es  cierta,  los  fans  del  Chapo  sienten  simpatía  por  el  diablo,  cuya  especialidad, por  cierto,  es  confundir  a los seres  humanos. Lo que  está  fuera  de  duda es que se trata de un enemigo de la sociedad y estaríamos mejor sin él en el planeta.  La guerra del Estado contra las bandas del crimen organizado tiene un frente mediático   en el que  los  malosos  suelen  sacar  la mejor parte.  Cuentan con  un aliado  poderoso: el propio gobierno.


El  caso de la segunda  fuga de  Guzmán  es paradigmático. Los funcionarios  implicados en el  ridículo  en lugar  de renunciar, recoger sus  chivas, irse  a  su  casa  y no salir de  ahí  en meses, los funcionarios  vinculados, incluso  los de más alto rango,  se  esmeran  por  destacar  ante la prensa  las  inmensas  cualidades del  mafioso.  Lo hacen porque  suponen que  eso,  que el Chapo  sea  sensacional,  hace  que  ellos aparezcan  menos  torpes  o incompetentes o menos  corruptos.  La secuencia de  fotos de  los  funcionarios  viendo  el  hoyo  del  túnel por el que se  fugó El Chapo como si  fueran las  tablas  de la  ley de  Dios, o una nave extraterrestre, y no un montecito de tierra, son patéticas. El Chapo se fugó porque lo ayudaron a cambio de  dinero. Corrompió  a  docenas  de  servidores  públicos  que  nos  volvieron a  avergonzar  ante  el  mundo  que  considera  a  México   un país  de  Meme,  del  que se  vale  burlarse  un día  y otro  también.


¿Qué  sigue?  Estoy  convencido  de  que  si  existe  voluntad política en la  cumbre  de la pirámide del poder  aquí  y en  Estados  Unidos, El Chapo no  seguirá libre mucho tiempo.  Hay los  recursos para  volver  a detenerlo,  la cosa es  que de  verdad  quieran hacerlo.  Por  supuesto  que ya no tendremos, como país, pretextos para  no extraditarlo a  Estados  Unidos. Los  norteamericanos  tomaron  la  fuga  como  un  agravio  personal  y van  tras él. No sería  extraño que lo pescaran y se lo llevaran  a  su territorio  sin  avisar. Lo han  hecho antes  con  otros  delincuentes  que les interesa tener a buen  recaudo del otro lado de la frontera. No se  crea  ni por  un minuto  que del otro lado las cosas  son mejores. Lo  que los americanos  quieren  es  sacarle  al  Chapo  toda  la información  que  tenga  para  debilitar,  todavía  más,  a las  instituciones  mexicanas  e  imponerles su modo de  hacer  las cosas.  No podremos  negarles la extradición. Ya  tuvimos  al  Chapo dos veces  y las  dos veces  se  nos  fugó para  dejarnos  en calidad de  país de  Meme.

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