Antes de juntar llaves para mandarle hacer un monumento, los fans de Joaquín El Chapo Guzmán deberían esperar a que el delincuente sinaloense conteste las siguientes preguntas que su momento se plantearon, también desde las páginas de Crónica, a su cómplice y paisano el Mayo Zambada.
¿Cuántas vidas debe el señor Guzmán? ¿Cuántos seres humanos ha matado él, personalmente? ¿Cuántos ha mandado matar? ¿Cuántos han muerto intoxicados por las drogas ilegales que trafica? ¿Entre su elenco de muertos hay soldados, policías o periodistas? ¿Hombres, mujeres o niños? ¿Las víctimas, en sus últimos instantes de vida, sintieron miedo, se arrodillaron pidiendo clemencia? ¿Tuvo misericordia de los heridos, los torturó o les dio el tiro de gracia? ¿Cuántos hogares en México y el mundo han quedado enlutados por obra y gracia del Chapo?
Si después de conocer las respuestas la gente lo sigue considerando un sujeto digno de un homenaje, pues ni modo, qué se lo hagan en forma de Misa Negra Una cosa es cierta, los fans del Chapo sienten simpatía por el diablo, cuya especialidad, por cierto, es confundir a los seres humanos. Lo que está fuera de duda es que se trata de un enemigo de la sociedad y estaríamos mejor sin él en el planeta. La guerra del Estado contra las bandas del crimen organizado tiene un frente mediático en el que los malosos suelen sacar la mejor parte. Cuentan con un aliado poderoso: el propio gobierno.
El caso de la segunda fuga de Guzmán es paradigmático. Los funcionarios implicados en el ridículo en lugar de renunciar, recoger sus chivas, irse a su casa y no salir de ahí en meses, los funcionarios vinculados, incluso los de más alto rango, se esmeran por destacar ante la prensa las inmensas cualidades del mafioso. Lo hacen porque suponen que eso, que el Chapo sea sensacional, hace que ellos aparezcan menos torpes o incompetentes o menos corruptos. La secuencia de fotos de los funcionarios viendo el hoyo del túnel por el que se fugó El Chapo como si fueran las tablas de la ley de Dios, o una nave extraterrestre, y no un montecito de tierra, son patéticas. El Chapo se fugó porque lo ayudaron a cambio de dinero. Corrompió a docenas de servidores públicos que nos volvieron a avergonzar ante el mundo que considera a México un país de Meme, del que se vale burlarse un día y otro también.
¿Qué sigue? Estoy convencido de que si existe voluntad política en la cumbre de la pirámide del poder aquí y en Estados Unidos, El Chapo no seguirá libre mucho tiempo. Hay los recursos para volver a detenerlo, la cosa es que de verdad quieran hacerlo. Por supuesto que ya no tendremos, como país, pretextos para no extraditarlo a Estados Unidos. Los norteamericanos tomaron la fuga como un agravio personal y van tras él. No sería extraño que lo pescaran y se lo llevaran a su territorio sin avisar. Lo han hecho antes con otros delincuentes que les interesa tener a buen recaudo del otro lado de la frontera. No se crea ni por un minuto que del otro lado las cosas son mejores. Lo que los americanos quieren es sacarle al Chapo toda la información que tenga para debilitar, todavía más, a las instituciones mexicanas e imponerles su modo de hacer las cosas. No podremos negarles la extradición. Ya tuvimos al Chapo dos veces y las dos veces se nos fugó para dejarnos en calidad de país de Meme.