Vienen las semanas más difíciles de la historia moderna del país. La embestida del coronavirus comenzará dejarse sentir con su verdadera fuerza desde el próximo fin de semana. ¿Estamos listos?
Apuesto que como siempre nos defenderemos con gallardía, pero el daño será tremendo. Al final de la emergencia sanitaria todavía tendremos que encarar una crisis económica de enormes dimensiones, de modo que pasaremos todo el 2020 luchando a brazo partido para llegar a cargar los peregrinos. Miles se quedarán en el camino.
Estados Unidos la está pasando muy mal. Leí un análisis sobre las razones de la debacle del país más poderoso del mundo ante el virus. Son cuatro aspectos que nos vienen, como dijo López Obrador, como anillo al dedo. El primero aspecto es la lentitud de la Presidencia. Aquí como allá reaccionó tarde, mal, haciendo chistes macabros como aquellos de que hay que seguirnos abrazando que no hay problema. Hubo tiempo para tomar medidas serias, de fondo, pero en lugar de eso López Obrador siguió chacoteando con la rifa de cachitos de la rifa del avión y retando a sus adversarios. Medidas de mitigación más enérgicas hubieran salvado vidas, pero no, AMLO sacó sus estampitas del Sagrado Corazón, sus Detentes. Sus seguidores lo celebraron, de no creerse.
El segundo factor que los expertos aplican para el caso norteamericano pero que se pueden dirigir a nosotros es el problema con los tests que fue una opción que nunca estuvo en el radar del gobierno mexicano. Simplemente lo ignoraron porque no consideraron que sirviera para algo. Ojalá y no lo lamenten.
El tercer factor es la fragilidad y la descoordinación del sector salud que también tiene un responsable con nombre y apellido: López Obrador. Con la idea megalómana de pensar que toda historia del país empieza con su llegada al poder, el tabasqueño se la ha pasado fracturando, debilitando, golpeando a un sector salud que ya venía fracturado y debilitado. El resultado es que la acometida del virus lo tomó en uno de sus peores momentos.
Las protestas de trabajadores de la salud demandando el equipo mínimo para atender a los contagiados ilustra el desorden que alimenta la tragedia que viene. A unos días de que arranque la Fase 3, el país intenta conseguir respiradores en donde sea al precio que sea. Esto a pesar de que en el mes de enero de detectó el potencial letal de la epidemia. Se han tomado decisiones positivas como el acuerdo con los hospitales privados o la habilitación del Centro Banamex, ojalá todo eso mitigue los daños.
El cuarto elemento válido para Estados Unidos, pero también para México es la falta de coordinación de los estados de la federación. En México cada gobernador se está rascando con sus propias uñas, tomando las decisiones que pueden o las que sus presupuestos les permiten. Hay algunos que hacen muchos y otros, como el de Morelos, que nadan de muertito, se dejan llevar por la corriente.
Los gobernadores no solo están descoordinados, que ya es grave, están enojados con el gobierno federal, incluso los emanados de Morena, que es peor. Uno de ellos acuñó una de las frases que quedarán en los anales de la crisis. “Los médicos están cayendo como moscas”. Otro gobernador, también de Morena, va derecho a la historia de la infamia porque dijo que el virus se contrarrestaba con un plato de mole de guajolote. El pacto federal saldrá de la crisis muy debilitado, en los huesos.
@soycamachojuan