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Alito, ariete de Alfredo del Mazo



El Partido Revolucionario Institucional fue incapaz de procesar el relevo en su dirigencia nacional sin fracturarse. Uno de los participantes, uno de los pocos cuadros de grandes ligas que quedaban en el partido, el doctor José Narro, exrector de la UNAM y exsecretario de Salud, se bajó de la contienda y también renunció a una militancia partidista de más de 40 años en el PRI.

Es su carta de renuncia explica que la elección es una simulación, pues el ganador ya está definido y cuenta, no lo pierda de vista, con el beneplácito de Andrés Manuel López Obrador, que ve con buenos ojos al exgobernador de Campeche, Alejandro Moreno, a quien allá en su tierra conocen como Alito y que será un dirigente funcional al gobierno en turno y al grupo que tendrá la candidatura presidencial en el 2014.

De modo que se apoderan de lo que quedó del PRI casi todos los gobernadores del partido encabezados por Alfredo del Mazo, en una alianza bizarra con el gobierno de López Obrador, lo que hizo realidad lo que muchos dicen: el PRI se desdobla de manera natural hacia Morena. Comparten información genética. La posibilidad de que Narro fuera presidente del partido era demasiado buena para ser verdad. Es un humanista con un conocimiento profundo del Estado mexicano y con una estrategia para, a partir de una oposición real, intentar regresar a la competencia política con posibilidades de ganar.

Me pregunto si el exrector Narro se retiró de la vida pública o si seguirá en la contienda, pero sin el fardo de ser del PRI. El hecho real es que Claudia Ruiz Massieu entrega malas cuentas a la militancia y, me parece, de manera completamente innecesaria. El triunfo de Alito era un hecho, porque lo apoyan los gobernadores, que son los priistas con manejo de presupuesto y con capacidad de movilizar contingentes de cualquier tamaño. Los gobernadores optaron por uno de los suyos que podrá ir a Palacio a cada rato y charlar con AMLO para que no castigue a los estados priistas reteniéndoles recursos.

Claudia le falló a la militancia, pero está del lado de los que ganarán el proceso. El campechano tiene entonces dos misiones: Hacia el exterior, ser interlocutor de AMLO; hacia el interior del partido, ser el ariete del equipo del Edomex para que Alfredo del Mazo sea candidato presidencial. Es un strike cantado. No hay otros perfiles que llamen la atención y Alfredo es el que tiene más recursos para quedarse con la candidatura. Si hace un buen gobierno, si comunica con eficacia sus logros, si no se mete en escándalos y consigue entrar en contacto realmente con la población, puede ser un buen candidato.

De modo que el núcleo de las decisiones importantes en materia política para el PRI, regresa, o mejor dicho se mantiene en la órbita del Estado de México. Si juegan bien sus cartas, políticos mexiquenses pueden volver a pensar en cosas mayores. Lo primero es trabajar con seriedad de sol a sol y de ser posible sin hacer trampas, lo que va en contra de la naturaleza del partido que aunque no lo necesite hace trampa, como lo muestra el ejemplo de su actual proceso para elegir dirigente y el padrón infladísimo que van a usar. ¡Pero qué necesidad! Al final, pero no al último, una pregunta: ¿No hay nadie en el PRI que le diga a Peña Nieto que le baje a la fiesta?

Juan Manuel Asai

[email protected]

@soycamachojuan

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