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AMLO y el estigma de Badiraguato



Badiraguato, Sinaloa, es una comunidad pequeña que carga una leyenda negra del tamaño del continente. No se crea que la comunidad tomó por sí sola la determinación de dedicarse el trasiego de droga. Fue una decisión impuesta por el gobierno de los Estados Unidos al que, en plena Segunda Guerra Mundial le urgía un lugar de abastecimiento seguro, cercano, de morfina, uno de los derivados de esa bella flor que es la amapola.

Dicen los que saben que décadas antes, migrantes chinos habían comenzado el cultivo en la zona, aunque en una escala menor, para conseguir adormidera. Miles de soldados norteamericanos heridos encontraron consuelo en la morfina producida en esa zona del estado de Sinaloa donde todo florece son facilidad inaudita.

Una vez terminado el conflicto armado, en 1945, se intentó dar marcha atrás, pero resultó mucho más complicado de lo esperado, pues la gente del lugar, el pueblo bueno, le ­agarró el gusto a los negocios sucios y a los dólares que caían en cascada. Dicen los mayores que el primer capo oriundo de la región fue un tal Pedro Avilés, que tuvo buen ojo para elegir a varios chamacos del pueblo con posibilidades de creer en el negocio. De por ahí son Ernesto Fonseca, Rafael Caro, El Güero Palma y el Chapo Guzmán, pero también otros que terminaron siendo enemigos mortales y que se hicieron famosos en otras plazas, como Amado Carrillo y los hermanos Arellano Félix.

Debe ser un caso único en la historia de la mafia mundial que tantos capos hayan nacido en una misma región, de difícil acceso, a menos de una hora de Culiacán, para después obtener fama mundial como malhechores. Ellos eran los jefes, los que se mencionaban en los corridos, quienes aparecían en la página roja de los diarios, pero el resto de la comunidad, se calcula que al menos 50 ciento de sus pobladores, que nunca han sido más de seis mil, eran parte del negocio, cultivando o cuidando los sembradíos.

Eso a pesar de que está ubicado en la mayor reserva forestal del país, con inmensos bosques circundando. Como una forma de quebrar el estigma diversos gobiernos han intentado incorporar a la comunidad al desarrollo del estado, a través de más y mejores vías de comunicación. Romper su aislamiento lastima los intereses de los jefes del narco que prefieren actuar aislados, sin que nadie los moleste.

No se comparan las ganancias derivadas de los cultivos de amapola y mariguana con las de otros cultivos. La gente tiene opciones, pero ninguna más redituable. Badiraguato regresó a las primeras planas de la prensa nacional e internacional con motivo del juicio al Chapo Guzmán en Nueva York. Que concluyó con un veredicto de culpabilidad. El capo está en espera de una sentencia de cadena perpetua en una cárcel gringa de alta seguridad, una de esas cárceles en las que es complicado fugarse en un carrito de la ropa sucia y mucho menos construir un túnel de un kilómetro y medio de longitud sin que nadie se lo detecte.

Pues bien, hasta Baridaguato, en la serranía sinaloense, fue la semana pasado el presidente López Obrador. Fue, no lo regateo, un acto de valentía. AMLO sostuvo que se trata de un pueblo de gente buena y trabajadora. Repitió frases usadas múltiples ocasiones en otras concentraciones: se va a acabar la corrupción, ya nadie se va a robar el dinero del presupuesto que es dinero del pueblo. “Se acabará la ­corrupción, me canso, ganso”. Bueno, no fue mucho, pero lo importante es que estuvo ahí.

 

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@soycamachojuan

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