A tres años de la segunda transición, ¿cómo evalúa el ciudadano el regreso del PRI a Los Pinos? ¿Ha valido la pena? ¿Resultó como esperaba?
Es la pregunta que dominará el quehacer político a lo largo del mes de agosto previo al Informe de Gobierno. En todas las dependencias del gobierno federal, grupos especiales trabajan largas jornadas para tener lista su aportación al Tercer Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. La gestión del mexiquense llega a la mitad del camino. Es imposible evitar el lugar común: el tiempo pasa volando. Parece que fue ayer cuando se llevó a cabo la ceremonia de toma de posesión con los anarcos robando cámara, y otras cosas. Ha sido una primera mitad muy complicada, en ciertos aspectos bipolar, y para todos queda claro que si lo mejor está por venir, debe hacerlo pronto, porque en un abrir y cerrar de ojos ya estaremos en el tercio final preparando la sucesión.
La victoria de Peña en el 2012 estaba cantada. Había debates sobre los porcentajes finales, pero ningún encuestador serio puso en duda su triunfo sobre Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador. Visto desde hoy, lo que más inquietud causó durante la campaña fue el surgimiento del Movimiento Yo Soy 132, impulsado por jefes jesuitas y sus compadres perredistas, que demostraron el potencial de las redes sociales que llegaron para imponerse, lo veremos pronto.
El dato fundamental de la primera parte del sexenio de Enrique Peña fue la firma del Pacto por México entre el gobierno federal, el PRI y los dirigentes nacionales de los principales partidos de oposición. Se trató de un mecanismo de diálogo y negociación al más alto nivel que fue la plataforma que permitió procesar en tiempo récord reformas estructurales en materia educativa, financiera, comunicaciones y la energética. Fue una proeza a la que el gobierno dedicó todo su tiempo. Valió la pena. Las reformas están ahí. Su aprobación dejó apantallados incluso a los críticos más persistentes. A nivel global se comenzó a hablar del Momento Mexicano, como una muestra de que el país estaba en el carril de los consentidos del planeta. Tuvimos nuestros quince minutos de fama.
Pero todo lo bueno que se dijo de las reformas ocurrirá, si las cosas van en el camino correcto, en el mediano plazo, o sea después del 2018. Aprobar las reformas estuvo bien, instrumentarlas ha sido un dolor de cabeza migrañoso. El gobierno comenzó a perder el impulso oriental. El contexto internacional no ayudó. La caída en los precios internacionales del petróleo nos puso frente a un escenario de recortes presupuestales. La cobija se empequeñeció y las necesidades aumentaron. Una situación que impide el lucimiento del gobierno. El contexto económico internacional adverso se sumó a la molestia de parte del empresariado local, una parte importante, que quedó muy molesta con la reforma fiscal. De manera que en frente económico los reveses comenzaron a multiplicarse. El más reciente fue uno de los más dolorosos, el aumento del porcentaje de la población en situación de pobreza.
En el flanco de la seguridad sobrevino la noche triste de Iguala, el caso Tlatlaya, y todo relacionado con la fuga del Chapo que metieron al gobierno en el túnel, pero éste sin luz no oxígeno. A pesar de todo lo anterior al PRI le fue bien en los comicios de junio. Este flanco, el político, es el que ha permitido al gobierno mantener márgenes de operación amplios, con el propósito de que la segunda parte del gobierno traiga buenas noticias para la población, para sus bolsillos y sus mesas.
@juan_asai