Me pregunto qué efecto tendrán en la mente y el corazón de los espectadores, personas como usted y yo, ver todos los días a todas horas, notas sobre la violencia en prensa, televisión o redes sociales. ¿Cómo lo procesamos? ¿Disminuye o se eleva nuestro aprecio por la dignidad de la vida humana? ¿Nos acostumbraremos a vivir con miedo? ¿Qué línea editorial deben seguir los medios de comunicación? ¿Exponer las notas rojas con toda su crudeza, meter esa información en páginas interiores o simplemente ignorarlas y no publicarlas?
La respuesta no es sencilla. Hoy más que nunca se requiere lucidez para tener la respuesta acertada. Digamos, por recurrir a un ejemplo reciente, que un sicario de ocasión, no un profesional, recibe cinco mil pesos por matar a líderes del comercio ambulante de Cuernavaca. El joven tiene un arma que pertenece a una corporación policiaca y decide, ya que no es un profesional sino un adicto más, ejecutar su encargo en pleno zócalo de Cuernavaca ante cientos de testigos y docenas de compañeros reporteros que estaban ahí trabajando.
Un fotógrafo capta el momento preciso de los disparos. Un hombre de tenis, pantalón de mezclilla y sudadera negra con capucha, para ocultarle la cara, extiende la mano derecha en la que porta una pistola, jala del gatillo. Ante el estruendo la gente voltea, se agacha, corre. El asfalto se cubre de sangre. El asesino no tiene posibilidad de escape, ni siquiera tiene un plan de huida, comienza a correr atravesando la plaza y tras él corren policías, periodistas, comerciantes, curiosos, todo documentado en video. Como corre sin rumbo, el autor material es atrapado.
¿Qué haces con la foto de innegable valor periodístico? La mayoría de los diarios optó por ponerla en la portada y todos quedamos estupefactos. Conforme se comienzan a conocer detalles, el coraje aumenta. Resulta que la ola delictiva en la ciudad es producto en parte de la falta de coordinación entre el alcalde y el gobernador y entre ellos y la Federación. Como tienen pleitos políticos, ponen por delante sus fobias y la seguridad de los ciudadanos queda en un lugar secundario.
También sabemos que entre los comerciantes ambulantes de Cuernavaca son usuales los ajustes de cuentas que terminan con víctimas fatales. Así se llevan. Uno de los muertos del zócalo de Cuernavaca perdió a un hijo en otro asesinato por una cuestión de negocios. O sea que el entorno hace que la ejecución no haya resultado después de todo tan sorpresiva. El autor material está detenido y ya comenzó a soltar la sopa: Dijo que le pagaron cinco mil pesos por la ejecución. Sí, leyó usted bien, cinco mil pesos dos muertos y otros tantos heridos. La vida no vale (casi) nada. ¿Tenemos remedio? Yo digo que sí tenemos. Que los policías hayan correteado al tirador arriesgando su vida, porque el matón iba armado, es señal de que no todo está perdido. El presidente AMLO salió con otra de las suyas: culpó al neoliberalismo. Así es él, así ganó y ni modo.
La muerte trabaja de prisa y no da tiempo ni para el duelo ni para la indignación. Hace muy poco nos impactó la nota de la bala perdida en el CCH Oriente; poco después sucedió lo del chofer de Héctor de Mauleón en la Condesa; y ayer lo del zócalo de Cuernavaca. Lo dicho, la muerte, en México, trabaja a destajo. Puede usted apostar doble contra sencillo que dentro de poco otro hecho salvaje hará que el tiroteo de Cuernavaca salga del radar de los medios.
Twitter: @soycamachojuan