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Hasta nunca, Chapo



El presidente López Obrador dijo estar conmovido por la sentencia que recibió el Chapo Guzmán en el juzgado de Brooklyn, Nueva York, que llevó su caso: cadena perpetua en la principal cárcel de máxima seguridad de Estados Unidos. O, dicho de otra manera, no volveremos a ver al criminal sinaloense.

Al menos claro que el Chapo se escape. Lo hizo de dos cárceles de máxima seguridad en México, la de Puente Grande, en Jalisco, y la de La Palma en Almoloya, Estado de México. En ambas sin disparar un solo tiro, aunque sí varios millones de pesos. En la primera recurrió al viejo truco de salir oculto en el carrito de la ropa sucia, no es broma, y en la segunda, para escarnio del Estado mexicano en su conjunto, mandó construir un túnel de 1.5 kilómetros. Imposible olvidar la foto de la entonces procuradora general, la señora Areli Gómez en cuclillas, mirando, ella sí consternada, la boca del túnel acaso sin tener conciencia de la patética herencia de esa imagen.

Hoy el Chapo ya está recluido en una prisión de Colorado, en las montañas Rocallosas. El infierno en la Tierra, dicen. Los americanos quieren que salga hasta que muera, ya veremos si él intenta escabullirse. Claro que en México lo consiguió porque recibió ayuda a raudales dentro y fuera de las cárceles. No lo va a creer el lector, en el caso de La Palma, ninguna autoridad escuchó algún ruido extraño mientras se hacía el túnel, lo que francamente supone un exceso de ayuda.

Con la sentencia definitiva para el Chapo gana el gobierno de Estados Unidos, que logró una vez más avergonzar al sistema judicial mexicana y, aunque suene extraño, también gana del Cártel de Sinaloa porque el Chapo era ya un elemento nocivo. Joaquín perdió la cabeza. Fue irresponsable. Puso en riesgo a la organización por sus ansias de juntarse con celebridades de Hollywood, como Sean Penn, o de cortejar, meloso, a Kate del Castillo. El Chapo quería ser una estrella, pero la realidad es que se trata de un delincuente despiadado. De hecho, se dice que sus propios excompañeros dieron el pitazo de que estaba en Los Mochis, Sinaloa, preparándose para una nueva cita con Kate, o eso dijeron.

Hay que plantear lo siguiente las veces que sea necesario: ¿Cuántas personas ha matado personalmente el Chapo? me refiero con sus propias manos. ¿Cuántas ha mandado matar y de esas cuántos eran policías o soldados? ¿Cuántas han muerto por consumir los productos que el Chapo trafica? Si después de tener las respuestas hay gente que se sigue conmoviendo porque recibió condena de prisión perpetua, pues allá ellos.

El problema real para México es que la captura o muerte de capos, inclusos los más feroces, no termina la rabia. La rabia sigue porque el mercado continúa. Estados Unidos tiene un apetito insaciable de drogas y hay mucha gente dispuesta a llevarles las drogas a todos los condados de ese inmenso país. Estados Unidos no quiere acabar con el narco, quiere controlarlo, administrarlo, regularlo, según sus objetivos geopolíticos que incluyen siempre el control de las fuerzas armadas de los países implicados, ya sea en la producción o el traslado.

México se ha llevado en este esquema la peor parte. La violencia crece, el consumo de drogas dentro del país se incrementa, las fuerzas armadas se desgastan, los jueces se corrompen y nadie reconoce los esfuerzos y mucho menos el sacrificio de policías y soldados caídos en cumplimiento de su deber. Fuimos incapaces de mantener el Chapo en prisión. Ya veremos si EU puede.

 

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Twitter: @soycamachojuan

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