Todo mundo habla del Segundo Informe de Gobierno. Es el tema obligado de la semana. Como es natural, la propaganda oficial que inundó los medios en los últimos días subraya ante la opinión pública lo que considera los logros principales del periodo que cubre el reporte del estado que guarda la nación: las multimencionadas reformas, en particular en este periodo, la relativa a las telecomunicaciones y la energética. Dice que demuestran el afán de transformar al país, de ponerlo en movimiento, de abrir camino para un “nuevo México”, que no es poca cosa.
La verdad es que haber sacado las reformas es un logro relevante y es natural que el gobierno quiera cacarearlo tanto como sea posible. En la acera de enfrente, la oposición, que para eso está, destaca errores, insuficiencias, promesas incumplidas. Gustavo Madero, dirigente del PAN, dijo incluso que el Informe es un ejercicio de política ficción y que el Presidente presenta como suyos logros que en realidad son del Congreso de la Unión. Más allá de la orientación de la propaganda política, lo importante, la pregunta pertinente este día en que el Presidente emite su mensaje a la nación es la siguiente: ¿Valió la pena votar mayoritariamente por el regreso del PRI a Los Pinos?
No hay que dejarle la respuesta a los partidos de oposición, pues ya sabemos que contestarán. La idea es que los ciudadanos en sus casas, oficinas, escuelas, en el transporte público, digan que consideran que Peña Nieto y su equipo están haciendo un buen trabajo. Si creen que el país tiene hoy mejores perspectivas que hace dos años. La tarea del Presidente y su equipo es conseguir la respuesta a esas preguntas. Si no lo es, entonces el partido en el poder enfrentará en el 2015 un desafío monumental.
La pregunta es hoy válida porque los partidos están comenzando su esfuerzo de contrastarse. Las reformas son un ejercicio deslumbrante desde el punto de vista de política legislativa, pero tienen que ayudar al PRI a ganar la elección del año que entra, la del 2018 y quizá más allá. Las reformas no llevarán votantes a las urnas. Lo que detonará decisiones de sufragio es que esas reformas se transformen en bienestar para las familias, que es una forma de decir que esas reformas, puestas en acción, den lugar a muchos nuevos puestos de trabajo. El empleo es la demanda central de la gente. Los ciudadanos quieren oportunidades de trabajo. Si las reformas dan eso, el PRI puede enracharse. No hablo de otro periodo de un siglo de partido hegemónico, casi único. Me refiero a que el éxito de las reformas le den a Peña Nieto el poder para seleccionar al próximo presidente de México. Si la memoria no me falla, el último que pudo hacerlo fue Miguel de la Madrid. Salinas, Zedillo, Fox y Calderón no pudieron. No hablo de un dedazo tipo del siglo pasado. Hablo de elegir al candidato de un PRI que llegue al 2018 con una ventaja irremontable.
Pero hay que ir por pasos. Lo primero es convencer a la gente de que las reformas son la respuesta a nuestras necesidades colectivas, lo segundo es lograr que aterricen y comiencen a dar resultados de manera que la gente en las urnas, en el 2015, ratifique el triunfo del PRI. De ser así el horizonte se aclarará. Si por el contrario las reformas no son bienvenidas y sus resultados tardan en llegar, el PRI estará en severos aprietos en el 2015 y sobre todo en el 2018 cuando la gente se pregunte si valió la pena el regreso del PRI a Los Pinos.
@juan_asai