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Muerte sin fin



Uno propone, Dios dispone… llega el terrorismo y lo descompone. Como estamos en las primeras horas del periodo vacacional de Semana Santa, pensé dedicar este comentario a los sitios más visitados por los paseantes chilangos en estos días de asueto, pero no. La irrupción del terror generó un cambio de planes. De hecho, eso es lo que busca el terrorismo: descarrilar la vida cotidiana, meterla a una zona de zozobra, de ansiedad. Busca que se pierda el foco, que la gente se sienta extraviada. El terror obliga a que gente de todo el mundo cambie de planes. Lo dijo el propio Obama ayer en Cuba. El mandatario  norteamericano se resistió a cambiar de planes. A pesar de las sugerencias de que no lo hiciera, asistió al juego de pelota entre un equipo cubano y otro de las Grandes Ligas. Obama argumentó que eso, alterar la vida normal de la gente, es lo que quiere el terrorismo.

Un mundo peligroso.- Hace apenas cuatro días se difundió la noticia de que fuerzas especiales de la policía de Bélgica habían logrado capturar al, se dijo, “cerebro” de los ataques terroristas de París, cuando murieron 130 personas y que incluyó el tiroteo dentro del teatro Bataclán. El detenido fue un tipo llamado Salam Abdesalam, a quien los medios internacionales calificaron de “escurridizo”. La foto del terrorista con la cabeza cubierta, jaloneado por policías, dio la vuelta al mundo. Con el maleante detenido se esparció la sensación de que el planeta era un lugar más seguro, pero no. Fue una sensación equivocada, pasajera, sin más sustento que la ilusión. El mundo, por el contrario, es un lugar cada vez más peligroso.

La mañana del martes, al conectar la computadora para ver cómo iban las cosas, fue evidente que las cosas van de mal en peor. Otra célula del mismo grupo terrorista que atacó París atacó Bruselas. Al momento de escribir estas líneas había 34 muertos, cifra que puede aumentar, pues hay más de 200 heridos. Los terroristas hicieron estallar explosivos en lugares muy concurridos, como el aeropuerto y el Metro, en Bruselas, con la idea de causar el mayor daño posible entre personas de nacionalidades diversas para generar miedo global.
De manera que la pesadilla continúa. Que los asesinos de París hayan sido liquidados o detenidos no supone, como algunos ilusos pensaron,  que la rabia haya terminado. Al contrario, el virus de la rabia emerge de manera más despiadada. Nuevas camadas de terroristas con ganas de superar las atrocidades de sus colegas que los antecedieron entran al escenario. Por supuesto, la respuesta de Occidente volverá a ser despiadada. De seguro alguien ya planea bombardeos sobre campamentos de ISIS en Oriente Medio, de preferencia en sitios donde impera el caos como Siria o Irak. Esa reacción ahondará el resentimiento y la furia para detonar nuevos atentados terroristas. Una espiral de muerte sin fin.

Falta inteligencia.- Lo que más preocupa es que Bruselas, sede de los principales organismos multilaterales europeos, y lugar desde el cual viajaron a Francia los terroristas de París, es una ciudad rigurosamente vigilada. Había redadas, intercepción de llamadas, policías vestidos de paisanos, artilugios de última generación. De nada sirvió. A pesar de todo, los atentados se llevaron a cabo. El terrorismo se anotó un nuevo éxito: mata inocentes e infunde miedo. ¿Se puede hacer otra cosa, además de bombardear campamentos? Es muy difícil responder. Las potencias occidentales no se quedarán cruzadas de brazos. Es muy probable que incurran en excesos. Que paguen justos por pecadores. Se dirá que el trabajo de inteligencia es esencial, y lo es. Después de todo, los terroristas son gente de casa. Jóvenes extremistas con pasaporte europeo en un entorno de marginación, ideal para alimentar resentimientos y sed de venganza. Que al menos dos de los terroristas que atacaron Bruselas hayan sido kamikazes, es un gesto estremecedor. Nos pone ante un ataque con nulas posibilidades de defensa. La única opción es provocar que los planes aborten. Cancelarlos antes de que ocurran.

Crisis de migrantes.- No hay que perder de vista que los actos de terrorismo se registran en medio de una crisis de refugiados que huyen de la violencia que azota países periféricos, algunos de ellos musulmanes. Esos refugiados quedan a la mitad. Están en el peor de los mundos posibles. No pueden vivir en su lugar de origen. No los quieren como refugiados en otros países. El mar amaga con engullírselos. Son víctimas seguras.

Los grupos terroristas alientan, para agudizar las contradicciones y las posibilidades de soluciones violentas, la consolidación en Occidente de líderes que tienen la mano en los fierros como queriendo pelear. Les dan argumentos a gente como Donald Trump, que puede decir: ¿ya ven que los migrantes son un peligro? Dijo el magnate: “Todo el mundo recuerda ahora qué bonito y seguro era un lugar como Bruselas”. Ya no. Estados Unidos debe ser vigilante e inteligente. Ted Cruz no se quedó atrás y manifiesto: “el Islam está en guerra con nosotros”, lo que justificaría cualquier reacción. El galo Hollande dijo: estamos ante una amenaza global que exige una respuesta global. Obama pidió permanecer unidos sin distinción de nacionalidad, raza o fe. Me parece que la conjunción de las posiciones de los mandatarios de Francia y Estados Unidos puede conducir a la respuesta correcta frente al desafío terrorista: comprender que se trata de un problema global, que se tiene que enfrentar en unidad. Nadie puede quedarse al margen y que la inteligencia sea la principal arma de combate.

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