El único político que ha salido ganando con el caso de la caravana migrante es Donald Trump.
La caravana irrumpió en el momento perfecto. Las escenas de hondureños y salvadoreños en el puente sobre el río Suchiate es justo lo que Trump estaba buscando. Las imágenes son un arma poderosa para fustigar a los demócratas a unas semanas de la elección intermedia en Estados Unidos. Trump puede acercarse a los micrófonos y gritar: “Se los dije”. Se requieren el muro y leyes migratorias mucho más enérgicas. También ha podido tundirle, otra vez, al gobierno mexicano, y gritar ante los micrófonos: “México ahora nos respeta”.
En suma, la caravana es una puesta en escena que busca que Trump y los republicanos ganen las elecciones con base en el discurso de la xenofobia y de la ignorancia. Los migrantes son su marioneta, le hacen el juego, desde luego sin saberlo, al menos la mayoría de ellos. Todos los otros presidentes implicados sudan la gota fría. El único que está de fiesta es Trump. La CIA, o cualquiera que haya sido la agencia detrás de la caravana hizo su trabajo.
¿Por qué los hondureños piensan que les será más fácil dar un portazo en la frontera con Estados Unidos que meterse como lo han hecho siempre, poco a poco, familia por familia, individuo por individuo? Nunca en la historia un grupo ha entrado por la fuerza a Estados Unidos. Los migrantes ilegales tratan de manera natural de pasar desapercibidos. Armar alboroto es la forma más sencilla de poner en alerta a los agentes de patrulla fronteriza e incluso a la Guardia Nacional. La caravana es una maniobra de propaganda política que favorece de manera clara e irrebatible a Trump.
Esto no quiere decir, para que nadie se equivoque, que no estemos frente a un drama humano de grandes dimensiones. El problema existe. Es gravísimo. La pobreza y la violencia en Honduras arrancan desde los tiempos de la “Standard Fruit Company” y otras que querían su banana republic. La tuvieron. Le sacaron lo que le podían sacar y la dejaron a su suerte.
En estos días México está a dos fuegos. Tiene a Trump gritándole en la nunca y a miles de centroamericanos caminando por Chiapas a los que deben alimentar, proteger, documentar. Si no lo hace rápido y de buena gana, los propios voceros de la caravana tildan al gobierno de racista, fascista, empleado de Trump. Los adversarios del gobierno mexicano se han dado un festín en las redes sociales. El intento de poner un principio de orden en la internación fue interpretado como un acto de lesa humanidad.
Arranca este lunes una semana muy complicada. El gobierno quedará como el cohetero, eso debe asumirse. Hay que pensar en el menor daño posible.
¿Y a todo esto qué dice el presidente electo? Pues nada sigue divulgando sus sueños guajiros. Dice que no solo habrá empleo para todos los mexicanos sino para todos los migrantes centroamericanos que lo soliciten. México será el país del pleno empleo. También dice que no se quiere pelear con Trump, que llevará la fiesta en paz y que logrará imponer un ambicioso programa de desarrollo regional para que la gente no tenga que emigrar, sino que viva feliz y asalariada en sus países. No sé qué decir. Ojalá sea cierto y antes de fin de año comience a notarse el cambio y en realidad hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, panameños y todos los demás que quieran venir tengan un trabajo en México, No falta mucho para que lo veamos.