Para los gobernadores del país, la puesta en marcha de una Guardia Nacional militarizada, sin fecha de caducidad, es la mejor noticia que podían escuchar. Si por ellos fuera, me refiero a los gobernadores, la Guardia ya tendría que estar aprobada y funcionando. Una vez que su existencia se formalice, los gobernadores levantarán la mano para pedir destacamentos, tantos como sea posible. Son adictos a la Guardia incluso antes de probarla.
La razón es sencilla: la Guardia les ayudará a sacar las castañas del fuego, porque ellos solos no pueden. Hay pruebas. Además los librará de la engorrosa responsabilidad de crear policías estatales profesionales, honestas, que algún día puedan con el paquete. Necesitan a la Guardia porque el amago del crimen organizado los intimida y abruma, los sobrepasa.
No me extrañó nada ver la foto de los gobernadores del PRI flanqueando a los secretarios del Gabinete de Seguridad en uno de los patios de Bucareli. Son tipos pragmáticos. Saben que, en el lejano caso de que quisieran hacer ellos la chamba, no podrían, así que mejor se acomodan a las circunstancias y dan la bienvenida a los integrantes de la Guardia, sin importar que antes hayan sido soldados, marinos o agentes federales.
A los gobernadores, comenzando con los del PRI pero no sólo ellos, no les importa el debate sobre el mando civil o militar, ni siquiera sobre la posibilidad de que se constituya una amenaza real contra los derechos humanos de los habitantes de su territorio. Esas son nimiedades. Lo que quieren es contar en su territorio con una fuerza que pueda encarar a los sicarios del crimen organizado. Eso es todo. ¿Se les puede reprochar?
Dicen que origen es destino y en esto de la lucha contra el crimen organizado es absolutamente cierto. Se dice poco, pero hay que recordar que Lázaro Cárdenas Batel, siendo gobernador de Michoacán, le pidió ayuda al presidente Felipe Calderón, quien con su gabinete de seguridad ideó entonces los llamados Operativos Conjuntos, que son el antecedente directo de la Guardia Nacional. Después de todo, Calderón y López Obrador no son tan diferentes como ellos quieren hacer creer, de hecho para ciertos asuntos parecen dos gotas de agua turbia.
A unas horas de la aprobación formal de la Guardia Nacional de AMLO, vale la pena recordar el lanzamiento de los Operativos Conjuntos de Calderón. Max Cortázar congregó a la prensa para dar a conocer la intención de sacar a los soldados de los cuarteles. El primero en tomar la palabra en el acto fue Francisco Javier Ramírez Acuña, secretario de Gobernación que dijo:
“Una de las prioridades del Gobierno del Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, es fortalecer la seguridad de los mexicanos y sus familias en todas las regiones del país. Esto inmediatamente traerá la recuperación de los espacios públicos que la delincuencia organizada ha arrebatado; recuperación que acabará con la impunidad de los delincuentes, que ponen en riesgo la salud de nuestros hijos y la tranquilidad de nuestras comunidades”.
“En acuerdo con el gobernador del estado de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, informamos a los mexicanos el Inicio de la Operación Conjunta Michoacán, con un despliegue de más de cinco mil efectivos para esta operación en la cual se desarrollarán actividades de erradicación de plantíos ilícitos, establecimiento de puestos de control para acotar el tráfico de enervantes en carreteras y caminos secundarios, ejecución de cateos y de órdenes de aprehensión, así como ubicación y desmantelamiento de puntos de venta de drogas”.
Por si no lo tienen presente, les recuerdo que Cárdenas Batel trabaja en Palacio Nacional, muy cerca de la oficina de AMLO.
@soycamachojuan