Del fraseólogo de Sir Winston Churchill, repleto de perlas, hay par de sentencias que por méritos propios lo harían santo patrono de los políticos: “sólo me fío de las estadísticas que he manipulado”, aceptó sin sonrojarse. La otra, también contundente, dice: “El político debe ser capaz de predecir el futuro y, sobre todo, de explicar por qué no ocurrió lo que predijo”.
Que Calderón haya elegido a Churchill como una especie de tótem tiene, contra lo que pudiera pensarse, algunas cosas buenas. Hará, por ejemplo, que se revisen las aportaciones del británico al quehacer político, como lo estamos haciendo ahora, y también que el mandatario profundice en la colección de frases célebres del ex premier, de las que alguien como él, con su personalidad y las graves responsabilidades que tiene, podrá sacar algunas lecciones valiosas; propongo las siguientes: “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”. “La democracia es la necesidad de doblegarse, de vez en cuando, ante las opiniones de los demás”.
En la lucha de su gobierno contra las bandas del crimen organizado, Calderón se dice incomprendido. Tal vez sea cierto, como también puede ser verdad que lo que sucede es que no se explica con claridad, o que dice una cosa y hace otra. Hay demasiado ruido en la comunicación gubernamental. Calderón primero habló de guerra y se vistió de soldado, después afirmó que nunca habló de guerra, pero se subió a todos los tanques y aviones de combate que pusieron en su camino y, más recientemente, hace apenas unos días, rescató para describirse frases dichas por Churchill al calor de la guerra más mortífera de la historia de la humanidad. Es difícil seguirle la pista a su pensamiento, aunque más que persistente Calderón parece obstinado. Podemos apostar, doble contra sencillo, que por esto está preparando una explicación muy convincente sobre por qué no ocurrió lo que predijo que ocurriría en la lucha contra el narco.
Como es el dominio público, Churchill elevó el cinismo a la altura del arte. Tiene otra frase que se aplica de maravilla a la Selección Nacional de Futbol, o al equipo Cruz Azul, y también, por qué no, al América: “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder entusiasmo”.
Ecos.—A los amables lectores que reprocharon mis críticas a la estrategia seguida por los dirigentes visibles de la marcha de la paz, les comento que mi rechazo a la idea de buscar dialogar con el gobierno no obedece a que esté en contra de las conversaciones entre gobernantes y gobernados, nada de eso, se trata de una advertencia de que en foros, congresos y mesas de diálogo los políticos juegan de local, es su cancha. Es su manera de ganarse la vida. Los diálogos por la seguridad que se llevaron a cabo en Palacio Nacional, los detonados por el asesinato del hijo del empresario Martí, le brindaron al gobierno una oportunidad en charola de plata para desactivar el descontento y para acercarse, con el propósito suavizar la relación personal con los deudos de crímenes emblemáticos.
Lo que se tiene que exigir, antes de hablar del escenario y las condiciones de un diálogo, es que el gobierno, en sus tres niveles, esclarezca los crímenes. Que haga una investigación profesional, detenga a los responsables y los presente ante un juez. Lo demás cae en la órbita del entretenimiento. Le servirá mucho más a la salud de la república tener una narrativa coherente de lo ocurrido en Morelos con el grupo de muchachos asesinados, entre los que se encontraba el hijo del poeta Sicilia, que una docena de pactos firmados por todos los que tengan pluma a la mano. El empresario Martí dijo en aquella reunión que comentamos: “los que no puedan, renuncien”. No dijo: los que no puedan, hagan reuniones, pactos, congresos, asambleas, háganse cuates, casi íntimos, de los deudos, como lo hemos visto, y sigan en su puesto cobrando sus quincenas. O sea: diálogo sí, siempre y cuando se le ponga coto a la impunidad. Si la impunidad persiste, los diálogos se convierten en coartadas de la ineficiencia. “No atrapamos a nadie, los asesinos están en la calle, siguen matando, pero qué bonita nos quedó la memoria que editamos de las pláticas”.
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