Turismo.—Es crucial evitar que la crisis en Michoacán revierta los avances logrados el año pasado en materia de percepción internacional sobre nuestro país. Una mala imagen, hay que tenerlo presente, restringe inversiones y le pega de lleno al turismo. ¿Cómo hacerlo? La respuesta no es sencilla, lo reconozco, sin embargo hay algunas decisiones de sentido común, por ejemplo, evitar que civiles armados, a la manera de milicias del Oriente Medio, deambulen por calles y caminos de la entidad. Si alguien porta un arma que sea un individuo uniformado integrante de alguna de las corporaciones de seguridad del país.
No logró entender por qué el gobierno federal dejó crecer el fenómeno de los grupos autodefensas. Se veía venir. Hubo voces de alerta, pero no actuaron. El resultado es que se ofrece la impresión de que en la República se registra una guerra civil. Fue una pifia de esas que escapan a los calificativos. Inquieta que el Estado mexicano no pueda detener a un delincuente como La Tuta que se la pasa filmando videoclips para subirlos a la red. Al mismo tiempo se permite que un tipo bajo sospecha, como el doctor Mireles, aparezca como héroe vengador, haciendo la chamba que la autoridad no quiere hacer. El mundo al revés.
Daños.—Hace algunos años fotos del conflicto entre taxistas y transportistas en Baja California Sur le pegaron al turismo en esa entidad, pues nadie quería ser bajado de su vehículo a media carretera. ¿Cómo piensan las autoridades que reaccionarán los posibles visitantes ante el alud de fotos de civiles parapetados detrás de sacos de arena o disparando a lo que se mueve? Lo primero en Michoacán es que nadie eche mano a los fierros como queriendo pelear. Si las autodefensas no entregan las armas, en particular sus fusiles de asalto, que los guarden debajo de la cama, pero que no les exhiban.
La prensa internacional está pendiente de México y lo estará más en las próximas semanas. Dentro de un mes se realizará en nuestro país la reunión cumbre del Acuerdo de Libre Comercio para América del Norte. Vienen, desde Estados Unidos y Canadá, Obama y Harper, y docenas de periodistas. No es posible que mientras en el Estado de México, en Toluca, se dice, se efectúa la reunión cumbre en el estado de junto, o sea en Michoacán, se lleve a cabo una insurrección popular. Si la reunión del TLC se cancela o se tiene que hacer en otro lugar, será un revés muy doloroso para el país y su gobierno. Se pagan hoy errores acumulados en años, como ese de permitir que Apatzingán fuera santuario de Los Templarios sin irrumpir a tiempo con toda la fuerza del Estado. Las omisiones y titubeos nos saldrán cada día más caros.
La comitiva mexicana que viaja a la Feria Internacional de Madrid, encabezada por la secretaria Claudia Ruiz Massieu, gobernadores y los secretarios de Turismo de muchos estados, estaba lista a disfrutar la nueva imagen del país resultado de la aprobación de las reformas estructurales, pero no.
Ahora tiene que preparar respuestas a preguntas incómodas como la situación en Michoacán y Guerrero y el siempre espinoso asunto de las alertas de viaje emitidas por gobiernos que no quieren que sus ciudadanos viajen a México. Otra vez las explicaciones sobre problemas focalizados. Otra vez decir que soldados y marinos se están haciendo cargo. Qué horror. Responder bien ayuda, claro, pero el daño está hecho desde que se plantea la pregunta. La violencia distrae, inhibe, complica.
Hace apenas un par de años un nuevo producto turístico, la Ruta de Don Vasco, ganó uno de los principales premios de la Fitur. Nadie se aventura a recorrerla por la crisis de seguridad en la entidad. Está latente la posibilidad de que varios destinos se desmarquen en sus acciones de promoción turística de la marca México como un intento de evitar la contaminación de lo que está sucediendo en Tierra Caliente. Es una pena, pero la actividad turística tiene que continuar, pues es la principal fuente de ingresos en varios estados que no pueden aguardar a que el gobierno federal recupere la normalidad institucional en Michoacán. Lo primero, quedó dicho, es que las autodefensas guarden las armas, o se las quiten.