Si queremos sobrevivir, más nos vale adaptarnos al cambio. Hablo de los políticos, de los periodistas, de los empresarios, de los académicos, de los ciudadanos todos. Quienes no hagan los ajustes quedarán fuera de la jugada, empantanados en una realidad alterna que ya no opera. El grupo de personas con poder que actualmente ocupa cargos relevantes pasará el próximo fin de semana a la irrelevancia. Los que hasta hoy han decidido cosas ya no podrán decir nada, Los que asignaban contratos, los que repartían publicidad, los que daban línea están a punto, a casi nada, de desaparecer.
A partir del sábado habrá baraja nueva y otras reglas, hasta hoy desconocidas, de jugar el juego del poder. El juego estará encabezado por un político curtido en mil batallas, casi todas perdidas, pero que ganó una batalla de manera apabullante: la elección presidencial de julio pasado, que formó un nuevo mapa político y que puso las bases para un nuevo régimen.
¿Hacia dónde vamos? Hay días que parece que la nave de la nación se dirige hacia los riscos y que será cuestión de semanas, acaso meses, que empiece un naufragio. Hay otros días en los que parece que las personas sensatas que están en el equipo de Andrés Manuel, que sí las hay, podrán sortear las acechanzas y mantener a flote al país. Hay por ahí políticos curtidos como Sheinbaum, Ebrard, Urzúa, Torruco, Moctezuma, Sánchez Cordero, incluso Monreal, que tienen nivel para encarar desafíos sin enloquecer. Se requerirá temple, vitalidad, amor a la patria y una dosis de humildad.
Si el nuevo gobierno logra reducir los niveles de corrupción que hoy están en la estratósfera y abatir la desigualdad social que es el problema más apremiante del país habrá hecho un enorme servicio a la sociedad, un servicio como para que López Obrador aparezca en las monografías que le piden a los niños de primaria y que parece ser su anhelo más profundo. ¿Podrá hacerlo? Será difícil. Por lo pronto, nadie debe esperar milagros ni soluciones mágicas en los primeros días de la nueva administración. Quien suponga que el día 2 de diciembre el prado será más verde, lamento decirle que ese día comenzará la negociación, ahora sí en serio, entre el nuevo gobierno y el gobierno de Estados Unidos y el choque pospuesto entre AMLO y Trump puede registrarse en cualquier momento.
Los niveles de violencia, por ejemplo, es más probable que suban a que bajen. El periodo de transición suele traer desajustes que son ideales para las bandas del crimen organizado, que buscarán calar a las nuevas autoridades. Claro que es importante la voluntad política, desde luego que importa que López Obrador no quiera concluir su sexenio millonario, un buen ejemplo es bienvenido; pero desmontar la maquinaria de corrupción que llevó años montar no ocurrirá ni en días ni en semanas; acaso no ocurrirá.
Con respecto a la violencia y la corrupción en el nuevo gobierno, se pondrá peor antes de ponerse mejor. No trato de ser ave de mal agüero, simplemente eso ocurrirá. Ignoro si la anunciada Guardia Nacional pueda dar frutos en digamos un año, pero a lo largo de diciembre y los primeros meses del año que entra, en materia de seguridad, el país se las verá negras. Si la corrupción baja, eso querrá decir que sí tenemos alguna salvación y que el país, contra lo que muchos piensan, puede redimirse.