El día que AMLO resolvió reciclar a Manuel Bartlett y nombrarlo nuevo director general de la CFE, ese día quebró su relación con la familia Clouthier. Los parientes del Maquío consideran a Bartlett un enemigo personal, ni siquiera un adversario político, un contrario. La confrontación entre el Maquío y Bartlett fue de todos conocida, incluso López Obrador estaba al tanto. El presidente electo sabía que estaba obligando a Tatiana a tragarse un enorme sapo.
Me parece que intentó tragárselo, pero no pudo. Se contuvo. Dijo que en su opinión había mejores perfiles que Bartlett, lo que suponía descalificar una de las decisiones del jefe supremo que nunca se equivoca. El enfriamiento fue acelerado. Que la oferta para la coordinadora de campaña haya sido una subsecretaría resultó sospechosa, pues otras personas que no hicieron ni la céntima parte de méritos en campaña que ella, las pusieron un escalón arriba.
Tatiana hizo un buen trabajo durante la campaña. Transmitió la idea que grupos de empresarios del norte del país, no veían con recelo al tabasqueño sino que incluso estaban listos para apoyarlo.Tatiana ha querido ser leal a López Obrador pero no puede darle la espalda a su familia ni a los motivos por los que ella y sus hermanos se metieron a la política. No digo que vayan a ser enemigos ella y el presidente electo. Nada de eso, pero Tatiana pintó su raya a la vista de todos. No sería raro que pronto terminara como diputada independiente ante el acoso de los diputados morenistas que son rudos. De modo que AMLO ganó a Bartlett y perdió a Tatiana, lo que es uno de los peores negocios políticos de la historia.
Fuerzas armadas.- El presidente electo le debe una disculpa a soldados, marinos y policías federales. Durante años los ha tratado con rudeza innecesaria. En su calidad de candidato eterno le tenía sin cuidado lanzar acusaciones a diestra y siniestra. Lo que quería era posicionar una arenga política, hacer propaganda, llevar agua a su molino. Junto a las críticas vinieron las ofertas de regresar al personal militar a los cuarteles una vez que ganara la elección, pues la violencia no se resuelve con violencia, decía, y lo único que se necesitaba era “hacer el bien”.
Los acusó de atentar contra la población. Acaso lo dijo porque no comprendía la dimensión del problema de seguridad, ni su complejidad. Tampoco le interesó aprender. Con decir vaguedades y frases políticamente correctas pensó que era más que suficiente.
Tal vez lo era para la etapa del proselitismo populista en la que la regla es ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos. Soluciones milagrosas emanadas de la fe en el caudillo.
Como ya ganó ahora tendrá que enfrentar los problemas. Ha comenzado a cambiar pero sin desdecirse de sus ataques. El otro día aceptó que sería irresponsable que soldados y marinos regresaran a sus cuartes el primero de diciembre. Archivó su oferta de campaña, pero lo hizo sembrando dudas sobre su diagnóstico. Ahora puso el blanco en la Policía Federal. Se equivocó otra vez. Lo bueno de que todavía falten tres meses para el cambio de poderes, es que tanto AMLO como Durazo, que son dos señores listos, pueden aprender algo sobre seguridad. La condición es que hablen menos y escuchen más. ¿Podrán hacerlo? Más les vale a ellos y a los ciudadanos. En pocos meses todas las críticas que ellos han lanzado se les revertirán. No van querer queso sino salir de la ratonera. Llegó el momento del trabajo en serio.
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