Imposible sustraerse al 8M. Su presencia se impuso en todos los espacios. En las oficinas comandadas por un pacto patriarcal, en las reuniones familiares, en las redes sociales y ayer, sobre todo, en las calles que por esa tarde dejaron de ser para las mujeres un espacio para sentirse intimidadas, temerosas, confundidas y se transformaron en un lugar para hacer ruido y expresar su furia. Calles pobladas de pañuelos verdes, playeras moradas, voces en coro.
El triunfo del 8M es que se convirtió en una tendencia dominante en el país, que tuvo un reflejo en las portadas de los diarios y ocupó los espacios principales de medios electrónicos que no tuvieron más remedio que cubrir la nota del día. Las mujeres mexicanas en las calles dejaron salir la rabia acumulada y exigir un cambio sintetizado en la proclama “El patriarcado se va a caer” y además hacerlo con una claridad que ofusca y confunde a muchos hombres a los que les cuesta trabajo digerir la nueva realidad.
Escribo estas líneas mientras mi hija, mis sobrinas, mis amigas, mis compañeras de trabajo están en las calles diciendo ¡ya basta! a un modo de organizar la vida social en el que se juegan la vida. 250 muertas en dos meses. Una masacre que ocurre frente a nuestros propios ojos sin que paremos al país y pongamos un remedio antes de continuar con nuestra vida cotidiana. El daño del patriarcado está hecho y nada podrá remediarlo, pero lo que puede es atenuarlo y tomar medidas para que su vertiente asesina sea amputada.
Me viene de pronto a la mente la novela de Roberto Bolaño en la que dedica docenas de páginas al registro de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez. Una barbarie. Los culpables se salieron con la suya y todos siguieron tan campantes. Pero las mujeres del 2020 explotan: No más, si un día no regreso, quemen todo; no volveremos a quedarnos calladas ni en silencio. Las pancartas de marchas en la ciudad de México, en otras ciudades del país y a nivel internacional, lo dicen todo. “Mamá, no te preocupes, hoy no ando sola en las calles”. “Si tocas a una, respondemos todas”. “El violador eres tú”. “La libertad es no tener miedo”. “Somos el grito de las que ya no tienen voz”. “El machismo mata”. “México feminicida”.
Lo realmente importante es que comience a sentirse un cambio. Claro que el gobierno tiene una responsabilidad central para disminuir la violencia machista, incluso con acciones que no suponen ni siquiera un gasto importante ni requieren meses de debate, como iluminar las calles, vigilar los paraderos de autobuses, que todas las escuelas tengan un sendero seguro, capacitar a los ministerios públicos, imponer protocolos de denuncia de acoso en todas las dependencias, actuar con diligencia ante reporte de desapariciones, impartir justicia. Nada de eso supone un trabajo de Hércules, requiere voluntad política, entender el problema. Pero contra lo que pudiera a pensarse, no todos los políticos lo entienden, muchos menos aquellos que se sienten el centro del universo y que cualquier protesta es producto de una maquinación universal destinada a dañarlo. Las cosas están cambiando. Imposible permanecer indiferente.
Estamos ante el movimiento social más importante del siglo, porque modificará nuestra vida cotidiana, nuestra forma de relacionarnos y tal vez nos haga, con un poco de suerte, mejores personas. Eso dependerá de cada uno. La tarea de los hombres es escuchar y acaso realizar un acto de contrición por acción u omisión.
Twitter: @soycamachojuan