"Sorpresas te la vida”, corea el clásico Pedro Navajas. Algunas son buenas, como la decisión del doctor José Narro de participar en el proceso de selección del nuevo dirigente nacional del PRI. Aunque su nombre se había mencionado en columnas parecía remoto que saltara el ruedo. Las condiciones son adversas.
El PRI tuvo en la pasada jornada electoral un pésimo desempeño. Muchos analistas con entorchados académicos adelantaron que, ahora sí, ese partido pasaría al panteón político. No sólo fue la derrota electoral sino el hecho de que los ciudadanos lo castigaron hartos de la corrupción y el cinismo de muchos de sus cuadros. Una vergüenza.
Al mismo tiempo que el PRI se hizo chiquito, creció en el país un nuevo poder político hegemónico, el del partido Morena y su líder Andrés Manuel López Obrador. El presidente va por el país en calidad de santón multiplicando las tarjetas bancarias a través de las cuales la población recibirá apoyos del gobierno. Tenemos entonces un partido de capa caída que encara a otro partido que tiene un poder enorme, que incluso crece y que va por todas las canicas.
José Narro quiso ser candidato presidencial del PRI en el 2018, pero la verdad es que esa decisión estuvo siempre en manos de un par de señores, Peña y Videgaray, que veían a Narro con respeto pero que nunca lo consideraron, bien a bien, uno de ellos. De cualquier forma, el año pasado era imposible vencer a AMLO. Uno vez concluido el sexenio, Narro volvió a su casa, o sea a la Universidad Nacional, centro de estudios superiores al que ha servido por años y que incluso condujo como rector en dos periodos consecutivos. Casi todos adelantaron unos años de calma antes de un retiro definitivo, pero Narro tenía planes distintos.
Analista profundo de la realidad nacional, detectó una rendija de oportunidad para seguir en la primera línea del combate político y darles a sus correligionarios, los priistas, una oportunidad dorada y casi inesperada: la oportunidad de corregir el camino. ¿Lo harán? ¿Se atreverán a corregir? Suena demasiado bueno para ser verdad. Pero bueno, Narro ya se apuntó a la competencia. ¿Tiene rivales de su peso dentro del partido? No los tiene, pero no enfrentará a un rival, sino a un grupo, lo que cambia las cosas. El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, es un político joven, dinámico, que ha tenido una carrera vertiginosa en la política estatal y que quiere ser presidente del PRI. Dicen los que saben que Alito como lo llaman en su tierra ya tiene el beneplácito de gente que todavía toma decisiones importantes en ese partido, como la actual dirigente y su tío.
Adentro del PRI todo es posible, incluso que tengan un rayo de iluminación y se den cuenta que tener a un humanista del rango de Narro en las oficinas centrales del viejo edificio de Insurgentes Sur y Héroes Ferrocarrileros es una oportunidad que no pueden dejar pasar. Le dará al partido una dotación de valores éticos y una ruta para salir del barranco en el que cayó.
El doctor José Narro es amigo entrañable de esta casa editorial. Su presencia en cada una de las entregas del Premio Crónica ratifica su solidaridad con la comunidad de trabajo del diario que preside Jorge Kahwagi y con el afán compartido de darle una oportunidad a los valores éticos y al reconocimiento de México como un gran país que merece un mucho mejor liderazgo. Imposible adelantar si su nueva aventura política llegará a buen puerto, pero es momento de establecer que, pase lo que pase, seguirá siendo un orgullo para nosotros que él sea Premio Crónica.