El grupo político que encabeza Ricardo Anaya se ensaña con el PAN. Usa y abusa del partido. Ponen por delante sus apetitos personales y los publicitan sin pudor. Son como La Manada de los San Fermines. Abusan del partido y lo suben a las redes sociales. Anaya puso en marcha una complicada maniobra política, incluso orilló al partido a una alianza contra natura, para justificar que él fuera el candidato presidencial. Se agandalló la candidatura, como describió Margarita Zavala que fue una de sus víctimas.
Contra lo que pudiera pensarse, a pesar de la paliza del primero de julio el grupo no aprendió la lección. Damián Zepeda le dio otra vuelta a la tuerca del agandalle y se quedó con la coordinación de la fracción del PAN en el Senado. Justo cuando el partido necesitaba muestras de generosidad de sus dirigentes, uno de ellos, el presidente nacional, le soltó una patada en el piso para asegurarse un hueso por seis largos años. Si Damián se sale con la suya el PAN no podrá volverse a ver en el espejo. Si todavía quedan en el partido algunos políticos con cierta idea del decoro político, tienen que unirse para quitarle la coordinación a Zepeda y levantarle al grupo de Anaya cargos de abuso contra el partido.
Reforma Educativa. Al Presidente Electo le encanta decir que va a derogar, cancelar, abolir la reforma educativa desde el primer día de su gestión. Lo dice como si fuera una suerte de hazaña patriótica. No lo es. No es ni siquiera una demanda de la gente. ¿Usted, amable lector, considera urgente derogar esta reforma?
En realidad la gente está favor de cualquier medida que eleve la calidad de la educación que reciben los niños mexicanos. No quieren que la reforma se derogue, sobre todo que todavía no se sabe con qué se va a sustituir. Si los ciudadanos comunes y corrientes no están metidos en la lucha contra la reforma educativa, ¿quién lo está? La principal resistencia a la reforma se encuentra en las cúpulas sindicales, tanto del SNTE, en especial la fracción que es afín a la maestra, como de la CNTE.
No la quieren porque la reforma les quitó poder y pretenden recuperarlo cuanto antes. Muchos maestros están en contra porque la reforma incluyó una evaluación, un examen para medir sus conocimientos, para determinar sus ascensos y su presencia frente a grupo. Su permanencia en el sistema educativo está asegurada, pero no tienen seguro un lugar frente a grupo si fallan tres veces en la evaluación. No quieren eso y prefieren volver al antiguo modelo donde no había exámenes y los ascensos se decidían por la cercanía al ánimo de los líderes.
AMLO invertirá parte de su capital político para quedar bien con los maestros y asegurar lealtad. Dijo en Chiapas que no se meterá en la vida interna de los sindicatos y que sólo les pedía a los maestros que no hubiera ausentismo, o sea que no faltaran cada rato a su trabajo. Está bien pedírselos. Estaría mucho aplicar la Ley del Trabajo y que a los maestros que no asistan les descuenten el día, como a cualquier otro trabajador. Los maestros no deben tener privilegios por sobre el resto de los trabajadores del país o de sus colegas que trabajan en escuelas privadas. No es justo que un maestro de una escuela privada tenga que cumplir las reglas y los de las escuelas públicas no tengan esa obligación. Es, sin más, un acto de discriminación contra los niños de las escuelas públicas.
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