Me pregunto si Claudia prepara una gira de agradecimiento por las delegaciones de la Ciudad de México, que pronto serán alcaldías, para hacer más mítines y recalcar su ofertas de campaña y así mantener encendida la flama de la esperanza del cambio.
Claro que podría grabar un mensaje y transmitirlo por radio y televisión para que todos los capitalinos lo escuchen y lo vean, pero ese no es el chiste. Lo que cuenta es el mitin, el templete, el maestro de ceremonias, las porras y todo lo demás. O tal vez ella piense que los problemas de la ciudad son de tal magnitud que lo mejor es ponerse a estudiarlos, preguntarle a los que saben y diseñar algunos políticas públicas que sirvan para solucionarlos.
La ciudad encara múltiples problemas complejos cuya solución requerirá toda la concentración de Claudia y su gabinete: seguridad, movilidad y agua son algunos de los más importantes, pero no los únicos. El de la seguridad, que pasa por uno de sus periodos más graves de los últimos lustros, ha sido detonado por el narcomenudeo que es la bestia negra de los chilangos. Lo es porque el narcomenudeo ha creado en los últimos años un masa delincuencial enorme, casi inmanejable. Esos delincuentes no sólo se dedican a la venta de droga, sino que ya se metieron a una amplia gama de actividades ilegales, como el robo en sus diferentes modalidades y la extorsión.
La expansión colosal del narcomenudeo no hubiera sido posible sin la complacencia o franca complicidad de la política preventiva y judicial de la metrópoli. Ellos conocen nombres, apodos y apellidos de todos los narcomenudistas, a pesar de lo cual el negocio no hace más que crecer. La única explicación es la cobertura policiaca. Ahí está el ejemplo de Plaza Garibaldi, que en los últimos días ha sido escenario de una secuencia de asesinatos hasta el momento impunes.
La Plaza Garibaldi no está ubicada en algún sitio remoto de la ciudad, en los límites con el Edomex. Nada de eso, se encuentra en el mero centro de la ciudad, por donde todos los días y todas las noches pasan millones de ciudadanos. Muchos de ellos se meten a alguno de los locales de esparcimiento etílico de la plaza que lleva el nombre de un bizarro héroe italiano, donde se escucha música vernácula. Es un sitio relativamente pequeño que se ha convertido en uno de los centros de distribución de droga. Todo mundo lo sabe. Garibaldi es un paraíso para la mafia.
Los mafiosos no le temen a la policía, le temen a otros narcos que les disputan la plaza, en el caso de esta plaza pelean, según dicen las notas periodísticas, la Unión Tepito y la Anti-Unión Tepito. Garibaldi es zona franca para consumo de alcohol y drogas. El actual Jefe de Gobierno lo sabe, pero ya no quiere queso sino salir de la ratonera. Sabe que si mete la mano tendrá que procesar a varios de los jefes policiacos, funcionarios delegacionales y del gobierno central. De manera que Amieva ya no cuenta.
¿Qué hará Claudia Sheinbaum con la Plaza Garibaldi? Se trata de un tumor cancerígeno que se puede extender a otros puntos de la ciudad. Actuar de forma contundente sería una legítima defensa para ella y su administración. En la actualidad el gobierno de la CDMX está al margen. Si en lugar de actuar lo deja pasar, las matanzas se repetirán, aunque cambie el nombre de las bandas implicadas. La plaza, como la conocemos, tiene que desaparecer.
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