El operativo de la 4T para exonerar a Manuel Bartlett tuvo un alto costo político para la Secretaría de la Función Pública, que perdió en los últimos quince días la credibilidad ganada a lo largo de un año.
Mucho del desencanto emergió de las filas del partido en el poder, Morena, para quien Bartlett es un dinosaurio, enemigo histórico de la izquierda y vinculado con crímines de alto impacto, como el del periodista Manuel Buendía cuando era secretario de Gobernación y jefe del autor intelectual del homicidio, Zorrilla Pérez y también en el caso del agente de la DEA, Camarena Salazar. La caída del sistema en la elección presidencial del 88, el caso de la familia Clouthier y el enriquecimiento de su familia completan el perfil de tipo impresentable.
Por alguna extraña razón que escapa a toda lógica, Andrés Manuel López Obrador no considera a Bartlett un dinosaurio que encarna lo peor del pasado régimen autoritario y corrupto, nada eso, es un luchador por el pueblo y por eso tiene enemigos. ¿Cómo llegó el presidente a esa conclusión tan disparatada? Tal vez en su afán de venganza del régimen que le negó la Presidencia —aunque le dio muchos otros puestos—, Bartlett le entregó a AMLO los archivos secretos de la clase política y por eso, por ese generoso detalle, López Obrador le vive eternamente agradecido, al grado de que no le importa caer en el ridículo de decir que el titular de la CFE es un defensor del pueblo ni tampoco sacrificar a Irma Eréndida Sandoval que ahora tiene una empinada cuesta arriba para lo que queda del sexenio.
Yo creo que Irma puede aportar más al actual gobierno que Bartlett, sin embargo el presidente piensa diferente. No le importó descalificarla. ¿Por qué lo digo? Porque tenía agendada con antelación una gira con Bartlett por Querétaro un día después de que Irma hizo el show de la exoneración. AMLO posó con Bartlett para mil fotos que tenían un único objetivo político de decir que el titular de la CFE es intocable. El presidente llegó al extremo de sentar a su protegido en la mesa para comer costillas con Santiago Nieto, titular de la UIF de Hacienda, que ya también se sumó a echarle agua bendita al responsable de la caída del sistema en la elección en la que Salinas derrotó a Cuauhtémoc Cárdenas; este último tiene, desde luego, mucha razón para estar molesto con la idea de elevar a los altares a Bartlett.
Reconozco que ubicar a Irma al nivel de Virgilio Andrade es un exceso pero lo cierto es que siguieron caminos paralelos: se esmeraron en crear un informe inatacable desde el punto de vista técnico para proteger aquel a la Gaviota y ella al dinosaurio. El resultado fue similar, Andrade pasó a la historia como encubridor de la exesposa del presidente y Sandoval como la que no quiso darse cuenta de lo que significa Bartlett. De hecho, no es por asustar a nadie, pero Irma corre más riesgos, pues el nombre de Bartlett comienza a mencionarse en el contexto del juicio de García Luna en Nueva York y se abre la posibilidad de que la justicia gringa quiera llamarlo a cuentas y eso dejaría en evidencia a Irma.
La titular de la SFP le hizo un gran servicio al presidente, no a la patria. Dicen las malas lenguas que esa demostración de lealtad, sin miedo al ridículo, la puede conducir dentro de algunos años a las puertas del Palacio del Ayuntamiento. Ojalá le cumplan, porque todavía tendrá que comerse muchos sapos.
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