La Cumbre Mundial de Negocios, el foro de debate y reflexión del más alto nivel que preside Miguel Alemán, cuya edición XVI se realiza en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, reunió en una misma mesa de debate al actual secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, y a quien tomará las riendas de la dependencia a partir del primero de diciembre, Miguel Torruco, por cierto cercanísimo a la familia Alemán.
Las notas destacan que ambos personajes tuvieron una coincidencia central: la inseguridad es el principal reto del turismo para los tiempos por venir. Tiene capacidad de descarrilar la buena racha que ha tenido la industria de viajes en el país. Mi tesis es que los principales destinos turísticos deben protegerse como si fueran instalaciones estratégicas. Eso son.
La inseguridad es un mal antiguo que golpeó sin misericordia a destinos emblemáticos como Acapulco y Mazatlán. El puerto de Guerrero sigue empantanado en la violencia porque las bandas criminales tuvieron un triunfo que podría llamase cultural. La delincuencia, actuar fuera de la ley, se asume como algo natural entre muchos de sus habitantes. Por eso se llegó al extremo, hace algún tiempo, de que los taxis se convirtieron en narcotienditas ambulantes. Además muchos de los empresarios de la Costera tenían —acaso tienen— un pie en el mundo del esparcimiento y otro en el del narco.
A Mazatlán le costó años superar un episodio de violencia en el que estuvo implicado un turista. Los cruceros lo borraron de sus rutas. El gobierno federal, estatal y municipal y los empresarios locales se esmeraron, entre ellos el actual gobernador del estado, e hicieron la tarea. De manera paulatina, Mazatlán regresó al terreno de juego y de hecho pudo ser sede del Tianguis Turístico.
Hace apenas un año los principales destinos turísticos de Baja California Sur, Los Cabos y La Paz, atravesaron una crisis de seguridad que incluyó alertas de viaje por parte del gobierno de los Estados Unidos. La comunidad turística de la entidad reconoció, me tocó escucharlo, el empeño personal del secretario De la Madrid, quien movilizó dependencias federales y sobre todo sumó a la tarea de recuperar la tranquilidad para la comunidad empresarial turística, que aportó recursos y puntos de vista. El hecho es que la crisis se contuvo. Es un logro mayor.
No es que el peligro haya pasado, pero la industria trabajó sin sobresaltos. Se demostró que si hay una reacción rápida, contundente, coordinada y sobre todo si la gente del lugar participa, el crimen puede achicarse, reducirse a su mínima expresión. Apuesto que Torruco lo sabe.
También en Quintana Roo, en particular en Cancún, emporio turístico de América Latina, se han registrado niveles preocupantes de violencia. Una cruenta batalla entre bandas antagónicas del narco generó una ola asesinatos. Los delincuentes comenzaron a cobrar derecho de piso a establecimientos comerciales. La crisis se remontó, pero el peligro persiste.
Hoy día, otro estado dotado integralmente para el turismo como es Guanajuato, padece las inclemencias de la violenta disputa de entre bandas que buscan controlar el huachicoleo en las inmediaciones de la refinería de Salamanca. Ya se conoce el camino: coordinación, recursos, contundencia, participación de la ciudadanía.
Los principales destinos turísticos mecen la mejor policía, y una comunidad empresarial que asuma que cocaína y paz no van juntas. Se tiene que elegir una. La cocaína da ganancias en el corto plazo pero a la larga acaba con el destino, lo carcome. La paz construye destinos exitosos que resisten el paso del tiempo, dando buenas noticias.
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