En menos de 24 horas el tiroteo en la plaza Artz del Pedregal pasó de ser un intento de robo a una joyería, según aseguró en sus redes sociales gente que estaba en la plaza al momento de los disparos, y se transformó en el desquite furioso de una novia despechada. Desde luego son peligrosas las novias despechadas, aunque por fortuna pocas tienen una pistola de 9 milímetros, sangre fría, puntería de apache y media docena de cómplices con armas largas. El caso terminó siendo un caso de mafias internacionales digno de una película de James Bond, con villanos de Israel incluidos, además del detalle cinematográfico, inquietante, de una peluca rubia tirada en la acera.
¿En qué terminará? Es un caso de ligas mayores que puede arrojar mucha luz sobre las cavernas del crimen internacional y sus complicidades en la ciudad. Por lo pronto parece que la Procuraduría capitalina tiene entre sus manos uno de los casos más importantes en su historia, del que se puede desprender información sustantiva sobre las mafias que hacen realidad la expansión geométrica del tráfico de drogas en la Ciudad de México.
¿Le dejarán el caso o lo atraerá la Fiscalía General? Creo que la Procuraduría capitalina tiene interés real en llegar al fondo del asunto, pues podría ayudar a pacificar la ciudad, hoy francamente peligrosa. Si el caso pasa a la Fiscalía se puede empantanar. No hay que olvidar que se trata de una institución montada sobre la antigua PGR, cuya pésima fama la precede.
No digo que el operativo de Plaza Artz haya funcionado como relojito, digamos realizado con un comando de fuerzas especiales, pero sí supone una inversión muy fuerte para contratar a un comando de personas armadas que se atrevieron a agredir a policías en un lugar plagado de cámaras de seguridad y fichar, al menos, a dos sicarios expertos traídos de fuera.
Lo que más preocupa es que piensen que pueden salirse con la suya. Sería inadmisible. No estamos hablando de un restaurante pequeño lejos del mundanal ruido, el ataque ocurrió en un lugar atestado con docenas de personas armadas con teléfonos celulares para tener múltiples puntos de vita sobre el ataque. Confiar en que podían entrar, disparar y salirse como si nada es demasiado suponer.
Si de verdad los muertos eran conocidos delincuentes internacionales, ¿cómo es que estaban en el país como si nada, comiendo y bebiendo en lugares públicos? Se les encontraron documentos falsos, lo que supone, adivinó usted, corrupción a raudales. Eso huele muy mal y por eso una verdadera investigación podría conducirnos hasta el meollo de la corrupción y los cómplices de alto rango entre el empresariado y los servidores públicos con uniforme o civiles.
El caso Artz es una ventana de oportunidad para bajar al inframundo del crimen internacional que hace negocios en la Ciudad de México. Un grupo mafioso de Israel pagó a un grupo delictivo mexicano para hacer el trabajo sucio. ¿La sabremos aprovechar?
El Presidente y el notario. El presidente López Obrador es uno de esos políticos que le saben sacar jugo a todo. Acaso se deba a que pasó tantos años en la oposición que se transformó en un sobreviviente nato que hace jugo de piña con piedras.
Como ejemplo reciente está la verbena popular que se organizó en el Zócalo, el pasado primero de julio, para autocelebrarse. De modo que no sorprende que haya montado una fiesta en Palacio Nacional para certificar ante notario público un documento en el que asegura que no se reelegirá. Que sepamos la reelección está prohibida, pero nada impide montar un show para decir que cumplirá la Constitución.
La razón es que hay el temor de que en algún momento del sexenio, el tabasqueño mueva fichas para decir que se quedará algunos años más en Palacio Nacional, digamos hasta que la 4T se consolide. AMLO mismo alimenta las suspicacias, eso es claro, de modo que eso del notario no calmará a los inquietos, aunque desde luego aporta elementos a la oposición para cobrarle caro el atrevimiento si es que se atreve.
¿Si AMLO compite de nuevo tiene asegurado el triunfo? ¿Usted qué piensa? La respuesta a esta pregunta irá cambiando a lo largo del sexenio. El ejercicio del poder genera un desgaste natural a veces intenso y López Obrador no será la excepción, puede caer de manera precipitada, pero el Presidente trabaja en dos frentes para quedarse: construye una clientela política entregando dinero en efectivo a través de los programas sociales y mantiene a la oposición en la cuneta dosificando sus golpes contra la corrupción. Al mismo tiempo debilita a los organismos autónomos y muestra su músculo ante los gobernadores. Claro que quiere quedarse. Pero en este caso, de querer a poder, hay una distancia.
Aquí la clave es seguir de cerca la pista de las encuestas. Hasta el momento indican que el Presidente detuvo su crecimiento desaforado pero no ha comenzado a caer. Sigue siendo muy popular, pero tal vez comience a perder credibilidad, sobre todo si la economía sigue pasmada y la violencia no amaina. En diciembre de este año, cuando cumpla un año de gestión, hay que revisar las encuestas. El momento clave será en el 2021 en ocasión de la posible revocación de mandato. Ahí quedará claro cuál es el juego del Presidente y si tiene posibilidades de ganarlo. Si llega a ese año con los niveles actuales de popularidad, se podrá quedar en Palacio Nacional hasta que se aburra. Pero si su popularidad va en declive, entonces tendrá que concentrarse en la sucesión para que Morena se quede en el poder aunque él se vaya a su rancho de Palenque.
@soycamachojuan