En contra del célebre dicho de Ramón de Campoamor, quien en su poema “Las dos linternas” nos dice:
“…Y es que en el mundo traidor/nada hay verdad ni mentira;/todo es según el color/del cristal con que se mira”, en el incomprensible y a veces hilarante México de hoy —la risa nerviosa—, la verdad de las siete de la mañana es distinta a la verdad de las siete de la noche. No cambia el prisma, cambia el reloj.
El gobierno ha sido disociado de la imagen presidencial. Es más, se puede decir, la Presidencia misma ha sido disociada de la personalidad del Presidente de la República.
Ejemplos sobran. Éstos son algunos:
Por mandato constitucional ésta es una república asentada en principios federados, democráticos y laicos. Pero fuera de toda laicidad, el Señor Presidente recomienda enfrenar una epidemia con imágenes religiosas. Una realidad es el gobierno; otra, el Señor Presidente.
Mientras la administración federal, a través del Consejo de Salubridad en concordancia con el Reglamento Sanitario Internacional de la Organización Mundial de la Salud, nos exige (ya no nos invita; nos conmina) la reclusión domiciliaria como único freno para la propagación del contagio por contacto, el Señor Presidente acumula tantos viajes como Gulliver, quien según Jonathan Swift, decía:
“…siempre creí que, más tarde o más temprano, viajar sería mi suerte…”
Pues así el viajero infatigable recorre sitios inhóspitos o ciudades modernas; como no puede inaugurar obras inconclusas, supervisa la evolución del trabajo de futuras obras, cuyo funcionamiento será motivo de otro viaje para celebrar su puesta en marcha.
Mientras, visita cosas francamente municipales, como escuelitas o caminos de hasta 19 kilómetros de largo, hechos con zapapico.
Quizá piense engordar al caballo con el ojo del amo, mientras recorre los caminos de la patria para llevar consuelo, palabras de aliento, dinero —o promesas—, para los pobres y necesitados o simplemente la ocupación de los espacios y la exhibición del poder; porque no se debe dejar el espacio vacío si otro lo va a llenar. Santo tan adorado como visto.
Así pues, mientras el vocero de la epidemia, Hugo López-Gatell se manifiesta desesperado y dice: todo mundo a quedarse en su casa; el Señor Presidente afirma textualmente:
“…Ayer hablaba yo de eso. Imagínense, en política nunca hay vacíos de poder, siempre se llenan. Si no hay conducción, pues entonces les dejamos el terreno a estos irresponsables, conservadores corruptos.
“No; va a seguir habiendo conducción responsable para la transformación del país y al mismo tiempo vamos a salir airosos de esta epidemia. Y ánimo, mucho ánimo, vamos a vencer, vamos a triunfar. Por eso la parte preventiva es básica, todo lo que se ha venido haciendo. Me ha ayudado mucho a ir retrasando la etapa crítica…”
¿La etapa crítica es susceptible de retraso nada más por una decisión administrativa? Pues hubiéramos impedido de plano la epidemia, habría sido más simple.
Pero hay otras cosas raras, al menos.
El Gobierno de la República —en un operativo mayúsculo y altamente tecnificado de Guardias Nacionales, soldados y demás— detiene a Ovidio Guzmán y por órdenes presidenciales se suspende la operación y se le deja en libertad después de un motín incendiario y de artillería mayor en Culiacán.
Cinco meses después, el Señor Presidente hace una pausa en su gira por Badiraguato (a donde fue a ver una supercarretera de 19 raquíticos kilómetros),para saludar a la señora abuelita del señor Ovidio, casualmente el día de su cumpleaños.
—No soy un robot, tengo sentimientos. Bueno eso sí. Hasta el padre Morelos tenía sentimientos. Los de la Nación.
Y así, mientras unas actitudes nos orientan hacia un punto; otras nos devuelven hacia el extremo opuesto. Bueno.
Hay un señor en la Presidencia, Alfonso Romo, dedicado a enlazarse con el sector privado y un Presidente ocupado en patear las inversiones y los negocios de los inversionistas nacionales y extranjeros a quienes se culpa de todos los males, asociados con la corrupción y ahora promotores y patronos de los ataques en su contra.
Y poco a poco la confusión ocupa los espacios donde debería habitar la certidumbre. Sí, los espacios se llenan.
El gobierno funciona con una maquinaria de miles de personas en un sentido (el sector sanitario con todo y sus insuficiencias) y el Señor Presidente parece estar fuera de ese todo mundo al cual se le pide evitar el contacto humano.
El mundo de la epidemia, contra el mundo del poder.
Twitter: @CardonaRafael