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Los “correctos” enfurecen



La extrema corrección política, expresada a través de las siempre presentes organizaciones de la sociedad civil, para usar el término de Gramsci, tiene en nuestros días, y al menos en este país, algunas características inmutables y constantes: una es su tendencia a la victimización, sustentada en el autoelogio de su honestidad, bondad de principios y perfección absoluta.

Como ellos y ellas representan valores inatacables (transparencia, decencia, combate a la corrupción, derechos humanos, legalidad, equidad, etcétera), nunca pueden estar equivocados en nada. Y si alguien piensa en contra de sus nuevos dogmas (eso los hace a veces insoportablemente fundamentalistas), no se merece más trato.

Alzan la ceja, fruncen la nariz y renuncian en medio del estrépito de sus quejas.

Así pues, varias organizaciones privadas en su propiedad —como también dijo Gramsci— (sociales en su representatividad autoadjudicada) se fueron de la mesa del Gobierno Abierto y en días pasados de las páginas de El Universal, un diario centenario de la Ciudad de México, molestos porque las cosas no se hacen como ellos dicen. No son las mismas, pero son lo mismo.

Hace unos días esta columna publicó lo siguiente (jueves):

“…Primero se quiso presentar como una grave violación a los Derechos Humanos. Después, como desdén suficiente —por la negligencia ante sus denuncias de espionaje— para la retirada de las organizaciones civiles integrantes de la plataforma del Gobierno Abierto.

“Como eso no fue plenamente satisfactorio, entonces se recurrió al escándalo internacional a través de una filtración abierta al New York Times el cual, presuroso, se sumó a la causa, mediante un ‘refrito’ simple y llano. Pero suficiente para la gritería.

“Luego se le quiso endosar el expediente y sus consecuencias (hasta la renuncia del presidente habían exigido) al omnipresente fenómeno de la corrupción y por ahí enfilaron las baterías.

“Por eso esta noticia, de hace ya unos días les causó un frenético ardor: el espionaje, en todo caso, no configura actos de corrupción. Esto se ha publicado:

“…El Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción rechazó solicitar al gobierno federal información sobre el programa espía Pegasus, u otros semejantes en su poder, con el argumento de que el espionaje no es un delito considerado dentro del catálogo de la corrupción.

“El Comité de Participación Ciudadana (CPC) solicitó a la Coordinación del Sistema Nacional Anticorrupción que pidiera la información sobre la herramienta Pegasus, con la que según denunciaron organizaciones, activistas y ciudadanos, fueron atacados, para intervenir sus comunicaciones privadas. El pleno de la comisión votó en contra y rechazaron tener atribuciones para dicha solicitud.

“Jaqueline Peschard presidenta del CPC y del Comité Coordinador, explicó que consideran existen presuntos actos de corrupción, ‘porque encontramos que hay una violación, si es que la acusación que se hizo en un medio de comunicación se confirma, a los derechos fundamentales y la vida privada de las personas’, dijo.

“Alfredo Pérez Daza, integrante del Consejo de la Judicatura Federal, aseguró que la intervención ilegal de comunicaciones es un delito que no está considerado en el catálogo de corrupción, por lo que no le corresponde a su Comité Coordinador analizar el tema.

“De esa manera querían juntar preñadas con paridas y sumar toronjas con naranjas. Hoy la artillería debe buscar otros blancos para su ataque…”.

Y así fue, el “blanco para su ataque” ha sido El Universal. Es curioso, el anterior torpedo contra este diario fue lanzado por Andrés Manuel cuando se filtraron los videos con la recolección de dinero de la ex diputada Cadena.

Hoy media docena de “correctos correctísimos” abandonan las páginas de ese diario.

Lo hacen tras reconocer el clima de libertad con el cual escribían, pero inconformes por el tratamiento editorial hacia el SNA.

Esto quiere decir algo muy sencillo: como una empresa privada de comunicación no piensa como yo (eso es la línea editorial, la jerarquización, juicio y orden de la información), entonces me marcho con mi música a otra parte, a pesar de tener ahí mismo un espacio desde el cual podrían analizar y cuestionarlo todo en un clima libre.

“Reconocemos el respeto, la libertad y la apertura…”, dicen antes de quejarse por una línea editorial insatisfactoria para sus afanes políticos.

Pero hay a quienes la libertad no les alcanza.

Quieren imponer su criterio y negarle a los demás su derecho de exponer y defender el suyo. Y no quiero defender a Juan Francisco. No lo necesita.

Pero sí es necesario señalar la intolerancia, el dogmatismo y la ruta única por la cual los “correctos” quieren conducir una carreta ajena. Hasta cuando sueñan hacer del país su carreta.

¡Ay!, mal negocio la crianza de cuervos…

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