La cercana reunión entre el (casi) presidente electo, Andrés Manuel López Obrador y el “halcón” republicano, Mike Pompeo, quien ejerce las relaciones exteriores de EU en el mejor estilo descrito por Henry Kissinger, como la diplomacia de la fuerza, absoluta, con el complemento de muchos decenios de información comprometedora en manos de la CIA —agencia proterva de la cual fue Director General— le mostrará al futuro mandatario mexicano le dureza de la realidad.
Al menos en materia de seguridad y ejercicio del poder geopolítico.
Su casa de campaña se llenará de atrabiliarios agentes del Servicio Secreto (con el cable espiral en el oído), quienes con el auxilio de los miembros del Estado Mayor Presidencial aún vigente (no al revés), se encargarán hasta de deshilar las alfombras —si las hay—, y revisar por debajo de los pisos.
La Colonia Roma, como sucede cuando llega un gringo importante, será tomada por asalto. Los vigilantes ocuparán azoteas en todos los puntos donde podría haber una línea de vista clara para un francotirador, y los hombres extranjeros armados ante el disimulo de los mexicanos, impondrán sus métodos sin nadie para impedírselos.
Es una visita de cortesía, ha dicho con elegancia diplomática Marcelo Ebrard, el futuro canciller, quien se saca la responsabilidad de enfrentar la realidad tan conocida por él en sus experiencias internacionales.
El Servicio Secreto americano tiene potencia en su misión de resguardar al Presidente como para imponerle límites hasta físicos al habitante de la Casa Blanca.
Estos ojos, los cuales algún día serán botana de gusanos (para todo hay gustos), han visto a un gigantón de casi dos metros tironear del brazo a un enclenque Jimmy Carter que no acató la primera instrucción de no acercarse demasiado a un foso en las excavaciones del Templo Mayor.
—“Mr. President”, le dijo con tono imperativo y brazo de hierro. Y lo puso en el lugar debido.
Pero los servicios de seguridad no se limitan, al menos en México, a cuidar la espalda de un presidente. Intervienen en la organización de los viajes y los desplazamientos, así sea de dos calles y organizan toda la logística, incluyendo las salidas sociales de la familia presidencial.
Si usted quiere, cuando venga U2 a México, le pregunta a Bono quien mandaba en el backstage de su concierto cuando se armó la zacapela con uno de los niños Zedillo de cuyo nombre no quiero acordarme.
Pero ésas son frivolidades y por ellas, entre otras cosas, este gobierno quiere desaparecer al Estado Mayor. Y quizá lo haga, o simplemente le cambie el nombre y nada más, pero no podrá también desaparecer la presencia del Servicio Secreto de los Estados Unidos, una guardia pretoriana cuya eficacia muchos podríamos poner en duda.
Recuerde usted nada más lo ocurrido el 30 de marzo de 1981, cuando Ronald Reagan con apenas sesenta y nueve días en el cargo, fue baleado por el siempre disponible loco de ocasión, en el Hotel Washington Hilton. Y de Kennedy y Colosio, pues ni siquiera hablamos. Tampoco de Juan Pablo II, Rajiv Gandhi, su mamá, doña Indir o Anwar el Sadat.
Pero por lo pronto, mientras son peras o manzanas, Marcelo Ebrard tiene su primer acercamiento con el Departamento de Estado. Pompeo sabe cómo el futuro canciller coqueteaba con Hillary Clinton durante la campaña en la cual fue derrotada y cuanto pesará esta conducta en el aprecio o desprecio con el cual lo trate el gobierno americano, pragmático en favor, sólo cuando la ganancia lo amerita.
Mientras tanto Marcelo recita el fervorín de san Genaro Estrada, ahora olvidado en nuestra cancillería y en buena hora resucitado:
“… afirmó (Proceso) que de ser ratificado por el Senado para ser secretario de Relaciones Exteriores, se encargará de defender la dignidad y los intereses del Gobierno mexicano, buscando áreas de entendimiento entre ambos países.
“La postura internacional de México será la no intervención”.
Ebrard mencionó que la política internacional de México será de no intervención en referencia a países como Venezuela y Nicaragua.
“La postura general que pensamos que debemos tomar es la no intervención, un principio muy importante para México en materia internacional. No quiere decir que no nos preocupe la situación de otros países pero seremos respetuosos de la no intervención”, expresó en la entrevista con Grupo Fórmula.
El exjefe de Gobierno sostuvo que la mejor política exterior es la interior y afirmó que las acciones de Gobierno a nivel nacional tendrán un respaldo internacional.
“En general yo veo un ambiente muy favorable a México y al nuevo Gobierno para que lo que estés haciendo en lo interno esté apoyado por la comunidad internacional. Es un esfuerzo nacional sí, pero con una participación internacional que va a tener relevancia, expresó”.