El primer caso importante de la primera Fiscalía General de la Nación será investigar al gobierno federal.
Concretamente a Petróleos Mexicanos. Y en un sentido más general, Alejandro Gertz Manero deberá indagar la conducta administrativa y operativa de sus excompañeros del gabinete.
La eficacia de sus investigaciones probará por sí misma hasta dónde puede llevar la proclamada autonomía de un Fiscal sin ataduras con el gobierno del cual surgió. Es cosa de tiempo… y de resultados.
Por lo pronto, y sin saber si tales conjeturas forman parte de un planteamiento inicial de investigación, o sin interrogantes también, para la Fiscalía, se debe analizar una circunstancia.
Para eso se debe uno remontar al origen de esta nueva estrategia de combate a la venta de combustibles robados mediante los diversos procedimientos agrupados en el huachicoleo.
Cuando las investigaciones ordenadas desde el gobierno de transición (agosto-diciembre de 2018) revelaron la manipulación de los flujos de combustible a través de la red de ductos, posteriormente perforados y ordeñados, se decidió cerrar los ductos para dejar sin producto a quienes instalan válvulas complejas o simplemente taladran ductos,
Desde el mes de diciembre (27) se insistió en algo fundamental para la estrategia: el grueso del despojo se da en las oficinas desde donde se controlan los ductos, y no tanto en los daños físicos a las tuberías, los cuales fueron calificados por el Presidente como una cortina de humo para esconder el huachicoleo interno. El “huachicol de cuello blanco”, le han dicho.
Si se sigue esa lógica, entonces no es comprensible la primera contradicción dentro de los muchos errores cuyo encadenamiento produjo los muertos en Hidalgo: tardarse más de cuatro horas en cerrar un ducto vulnerado por los perforadores.
¿Cómo es posible este dilema?
Cuando, los ductos están intocados, los cerramos para evitar su vulneración y su posterior ordeña, sin importar las consecuencias en el mercado formal.
Pero cuando ya están ordeñados —como fue el caso terrible del pasado viernes—, los dejamos abiertos para garantizar una presión de flujo capaz de elevar un geiser de gasolina a diez metros de altura.
Decir, era el combustible residual, es una patraña del tamaño de una bomba hidroneumática, tanto como jugar con los desniveles orográficos del ducto. Si hubiera estado cerrado, habríamos visto un charco o un lago o varios canales. Como estaba “vivo” y activo en el bombeo, vimos un enorme chorro vertical durante demasiado tiempo.
Cuatro horas tardaron los “técnicos” de Pemex en cerrar una fuga.
Mientras tanto el gobierno le sigue apostando al transporte terrestre de combustible como la forma más segura de hacerlo, si por seguridad entendemos acabar con el huachicoleo. Ya no tendrá caso perforar los ductos porque se buscan alternativas de seguridad por la carretera, con choferes entrenados por el Ejército, en convoyes —es de suponerse—vigilados por militares.
Cualquiera se siente disuadido de atacar una “pipa” en la cual viajan escoltas verde olivo, pero si vemos cuán poca es la obediencia a las instrucciones militares, como sucedió en la alberca de Tlahuelilpan, sin contar con los riesgos de rodar por carreteras en las cuales hubo, entre los años 2010 y 2015, 40 mil 703 colisiones, de las cuales 17 mil provocaron 7 mil 830 muertes y dejaron lesionadas a 33 mil 548 personas (*).
Sin embargo la pipa es la apuesta segura para abatir el robo de ductos.
La ignorancia colectiva en este sentido no permitía suponer siquiera cómo la adquisición de 500 carros tanque de este tipo, iba a inaugurar una nueva forma de turismo (el “turismo pipero”), porque medio mundo (la secretaria de la Contraloría, la secretaria de Energía y un séquito de Pemex, Relaciones Exteriores, el Consulado y quién sabe cuántas oficinas más), se pasean por Nueva York para algo tan simple como hacer un pedido de transportes de carga.
Pero hoy la Cuarta Transformación camina por la Quinta Avenida, ahí donde los funcionarios de Pemex hicieron el ridículo.
Mientras tanto el Presidente insiste en uno de sus planteamientos torales: la corrupción es causa de la pobreza en México y muchos de los más graves problemas nacionales, como la injusticia y la violencia.
Por eso promete acabar con ella. Y bien estaría si pudiera hacerlo en el lapso comprometido, pues se debe a esta urgencia la velocidad en su febril trabajo desde el Poder Ejecutivo.
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(*) Datos del Perfil de la siniestralidad de los vehículos del
Autotransporte de carga y pasajeros en las carreteras federales, de 2010 a 2015. Secretaría de Comunicaciones y Transportes
Instituto Mexicano del Transporte.
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