Prosigue esta columna su paseo por las páginas de novelas y cuentos sobre dictadores, sugerida no por la realidad imperante en la patria ni nada parecido, sino por un devaneo generado por el hastío de un pavorreal aburrido de luz en la tarde.
Este hermoso fragmento de GGM; en “El otoño del patriarca”, revela mucho de las relaciones entre los imaginarios países de la imaginaria América Latina de los literatos, del todo diferente a la pujante y colosal tierra mestiza ahora redimida por la inversión inmaterial en Centroamérica (una versión más del Plan Puebla-Panamá de Fox), cuya deuda no se puede pagar ni con las guerras de pasteles o la entrega definitiva de los mares.
¡Ay!, la deuda eterna, la deuda externa…
“…sin embargo no se alteró con tan infaustas nuevas sino que mandó un recado de desafío al viejo embajador Roxbury por si acaso encontraban alguna fórmula de alivio en la mesa de dominó, pero el embajador le contestó con su propio estilo que ni de vainas excelencia, este país no vale un rábano, a excepción del mar, por supuesto, que era diáfano y suculento y habría bastado con meterle candela por debajo para cocinar en su propio cráter la gran sopa de mariscos del universo, así que piénselo, excelencia, se lo aceptamos a buena cuenta de los servicios de esa deuda atrasada que no han de redimir ni cien generaciones de próceres tan diligentes como su excelencia, pero él ni siquiera lo tomó en serio esa primera vez, lo acompañó hasta las escaleras pensando madre mía Bendición Alvarado mira qué gringos tan bárbaros, cómo es posible que sólo piensen en el mar para comérselo, lo despidió con la palmadita habitual en el hombro y volvió a quedar solo consigo mismo tentaleando en las franjas de nieblas ilusorias de los páramos del poder, pues las muchedumbres habían abandonado la Plaza de Armas, se llevaron las pancartas de repetición y se guardaron las consignas de alquiler para otras fiestas iguales del futuro tan pronto como se les acabó el estímulo de las cosas de comer y beber que la tropa repartía en las pausas de las ovaciones….”
Pero no son sólo las deudas, también es la salud:
“…pasaba horas insomnes en la hamaca preguntándose cómo carajo me voy a escabullir del nuevo embajador Fischer que me había propuesto denunciar la existencia de un flagelo de fiebre amarilla para justificar un desembarco de infantes de marina de acuerdo con el tratado de asistencia recíproca por tantos años cuantos fueran necesarios para infundir un aliento nuevo a la patria moribunda, y él replicó de inmediato que ni de vainas, fascinado por la evidencia de que estaba viviendo de nuevo en los orígenes de su régimen cuando se había valido de un recurso igual para disponer de los poderes de excepción de la ley marcial ante una grave amenaza de sublevación civil, había declarado el estado de peste por decreto, se plantó la bandera amarilla en el asta del faro, se cerró el puerto, se suprimieron los domingos, se prohibió llorar a los muertos en público y tocar músicas que los recordaran y se facultó a las fuerzas armadas para velar por el cumplimiento del decreto y disponer de los pestíferos según su albedrío, de modo que las tropas con brazales sanitarios ejecutaban en público a las gentes de la más diversa condición, señalaban con un círculo rojo en la puerta de las casas sospechosas de inconformidad con el régimen, marcaban con un hierro de vaca en la frente a los infractores simples, a los marimachos y a los floripondios…”
ZOÉ
No nada más a esta columna la gusta la literatura combinada con la política: Zoé Robledo, el nuevo director del IMSS, dijo esto hace unos meses:
“…Al presentar el libro El Gran Cocodrilo en treinta poemínimos, el senador Zoé Robledo destacó las particularidades de la obra de Efraín Huerta, a quien se le conmemora con esta edición a cien años de su natalicio.
“El presidente de la Comisión de Bibliotecas y Asuntos Editoriales consideró que la obra de Efraín Huerta es una poesía irregular, particularmente los poemínimos, que son poemas cortos que no siempre con correctos de acuerdo a las reglas tradicionales de poesía.
“Explicó que la rima no siempre se aparece en los poemínimos y por eso los textos de Huerta son rebeldes y provocadores.
“Los poemínimos no son recomendables para los desapasionados, los censores y para quienes transitan indocumentados en el mundo de las almas amorosas, advirtió”.
Twitter: @CardonaRafael
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