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Semana Santa, promesas y semestre



Ida pero quizá con recuerdos para siempre, la Semana Santa del 2019 comenzó con el incendio de Nuestra Señora, en París, y terminó con la matanza de Sri Lanka cuyos doscientos difuntos no son suficientes para desdeñar los crímenes de Minatitlán, donde el CJNG ha dejado un reguero de cadáveres a su paso.

Ni el incendio de Notre Dame ni los atentados terroristas del mar Índico, le han sido adjudicados al neoliberalismo o la pudrición de su maldita herencia; como sí ha ocurrido con los finados en el sur de Veracruz, estado cuya capacidad de producción de muertos, desaparecidos, secuestrados, asaltados, heridos o sepultados en múltiples fosas clandestinas, supera a su volumen exportador de petróleo crudo, naranjas y toritos de guanábana.

Las desgracias asiáticas en la antigua Ceylán y sus aromas de infinita canela, le han sido atribuidos al grupo islamista National Townheed Jamath, lo cual es tan impreciso como achacarle la desgracia de Minatitlán al podrido sistema cuyo legado real ha sido un cochinero en toda la extensión del término, y con perdón de los cochinos, pues ellos son animales inocentes en este tipo de sucesos tan terribles.

En Sri Lanka una de las medidas posteriores a los atentados en Katana, Colombo, la capital y Batticaloa (donde algunos ubican el mítico asiento de la Baticueva), ha sido bloquear las redes sociales.

Así lo dice el NYT:

“Sri Lanka bloqueó temporalmente las redes sociales más importantes, así como los servicios de mensajería, incluyendo Facebook y WhatsApp, para detener la propagación de información falsa, según Udaya Seneviratne, el secretario del presidente”. En México a las redes no se les bloquea; se les bendice, pues ellas son una herramienta importante en el ejercicio del poder presidencial.

DISCUSION.

“La discusión es algo que a México le había hecho falta durante décadas”, dice el diputado Pablo Gómez (Proceso) en relación con el muy criticado memorándum en el cual el Presidente de la República les ordena a sus empleados saltarse leyes inscritas o derivadas del mandato constitucional; es decir, les dice no toreen, brinquen por las tablas y métanse al callejón del incumplimiento.

Y lo digo así porque conozco al diputado Gómez no sólo de la tribuna sino también del tendido de sol.

Más allá del significado y méritos de su enérgica defensa del presidente y su memo (ya volvimos a la época cuando todos los diputados defendían al presidente), resulta interesante saber si en verdad a este país le hacen falta las discusiones. Quizá de eso estamos sobrados.

Un ejemplo de lo estéril de hablar entre sordos, es la propia reforma educativa. Llevamos años y años de discutir sobre ella y el atasco no se supera. Tampoco salimos de la polémica discusión o debate sobre el papel del ejército en las tareas de (in) seguridad pública, la cual no se ha resuelto ni con las Fuerzas Armadas, ni sin ellas.

Al contrario, cada día es peor, pero ya tenemos a la vista un plazo: seis meses. Y cuando cese el manantial de sangre todos callaremos como momias. O aplaudiremos como focas.

Junto a la discusión los mexicanos practicamos el deporte de tirar el dinero a la cloaca. No hablo de los “programas sociales”, pues ese es dinero bien invertido: se transforma en voluntades y votos. Es la más indirecta y eficaz manera de financiar a un partido político. Propaganda en efectivo.

No; me refiero más a los miles y miles de millones de pesos destinados a la seguridad pública, cuyo gasto no se ha traducido en los últimos 20 años (de Fox para acá), en una mejora real en la seguridad pública, sino —por el contrario—, nos ha llevado al punto cimero de la violencia histórica nacional: el ya célebre trimestre rojo (o negro, como se quiera), porque durante los recientes tres meses del gobierno de AMLO, se han superado los índices de mortandad violenta en nuestro bronco país.

El único consuelo es saber de dónde vienen las culpas, porque mientras todo se resuelva con la recurrencia de los crímenes del pasado y la pútrida herencia del más podrido neoliberalismo cuya mala entraña emponzoñó el alma del noble y bueno pueblo mexicano, el mundo está salvo.

A quienes les duela el corazón por desgracias como la de Minatitlán (por no hablar de los demás estados del país donde la sangre corre como si fueran riachuelos); ya podrán hallar consuelo: fueron los de antes.

Y mientras, tenemos oportunidad de Discutir, de Debatir, de Dialogar, como dicen los dictados de la 3D.

 


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