Viernes 22 de Noviembre, 2024 - México / España
Un vínculo entre México y el Mundo
Facebook Twitter Whatsapp

El desastre petrolero y el futuro



La negativa del sindicato para celebrar espontáneamente el LXXXI aniversario de la Expropiación de la Industria, la cual, de 1938 a 1970, aproximadamente, le dio vertebración y fortaleza a la economía nacional, muestra algo más allá de un distanciamiento político.

Indica la terminación definitiva de un proyecto inercial, cuyo mejor resultado fue una quimera: administrar una abundancia jamás lograda y sacar al país de una postración subdesarrollada a la cual parece estar condenado por los siglos de los siglos, más allá de la proclamada redención definitiva de la nueva administración nacional y sus empeños por una Cuarta Transformación.

Quizá México se transforme, pero todavía no sabemos cómo ni hacia dónde.

Las actuales condiciones de Petróleos Mexicanos son críticas en todas las áreas. Si bien en el campo financiero es donde mayormente se observan los atascos de una crónicamente mala administración, cuyo círculo vicioso está entre endeudamiento, corrupción y falta de inversión, en todas las demás actividades de la industria se advierte el caos. Pero también otro elemento presente desde hace muchos años: la sordera.

El gobierno actual no ceja en su orientación e impide con ella el saneamiento financiero: si el 80 por ciento de la inversión se va a ir a una refinería inexistente por ahora (apenas ayer se anunció la licitación del proyecto), mientras las otras, obsoletas y sobrepobladas, se caen a pedazos, nada mejorará por sí solo.

Ni se recuperará la capacidad de refinación ni habrá mucho por refinar: la producción ha caído a los niveles más bajos de la historia reciente. Apenas un millón y medio de barriles, cuando hubo un tiempo en el cual podríamos exportar tres y medio o cuatro.

Quienes conocimos a otros directores de Petróleos Mexicanos, no podemos ahora sino compadecernos por el agrónomo Octavio Romero, quien dispensa explicaciones farragosas y saltarinas de asuntos fuera de su experiencia, y se asombra de conocer los nuevos datos como quien descubre oscuros mediterráneos. Para él, administrar la empresa nacional es explicar gráficas.

Sin embargo las decisiones presidenciales no serán cambiadas. Nada echará para atrás la refinería de Dos Bocas. Ni los malos entendidos con Hacienda (o Hacienda), ni las calificaciones internacionales, ni las adjudicaciones. Lo ha dicho con todas sus letras:

“...si no cuidamos qué empresas van a construir la refinería de Dos Bocas y en vez de que nos cueste ocho mil millones de dólares pasa como otras obras, que ya no voy a mencionar, que costaron el doble o el triple, pero no sólo eso, que en vez de estar en tres años no se termine en el sexenio.

“Eso no lo vamos a descuidar, eso es lo que les gustaría a nuestros adversarios que nos equivocáramos en eso, pero como ya he dicho en otras ocasiones, se van a quedar con las ganas”.

Pero hay otras ideas. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano dice: “Hay mucho que hacer en la industria petrolera pero en lo que se tiene que enfocar hoy, además de incrementar exploración y extracción, es en reponer reservas y garantizar que se tendrán en el largo plazo; aumentar la producción de gas y reducir su importación; en reactivar la industria petroquímica; fortalecer el Instituto Mexicano del Petróleo; recuperar para Pemex la comercialización de petróleo en el exterior, cancelando esta concesión a Trafigura; salir de la Agencia Internacional de Energía y acercarse a la Organización de Países Exportadores de Petróleo; facilitar la instalación y operación de fuentes productoras de energías renovables no convencionales”.

En este breve catálogo de sugerencias del ingeniero Cárdenas, no hay una sola mención a la refinación, cosa extraña en los tempos actuales, cuando el proyecto mayor del gobierno, su obra magna (junto con los trenes Maya y el Transístmico), es la refinería de Dos Bocas, cuyo arranque fue dado a conocer ayer, un día después de las exequias del neoliberalismo, muerto por decreto presidencial.

NORBERTO. Veo al cardenal Norberto Rivera fotografiado con el presidente López Obrador en un bautizo. La ocasión anterior fue en la toma de posesión en San Lázaro. El atentado estaba reciente:

—¿Cómo le va, cardenal?

—Bien, aquí apreciando la invitación.

—¿Se ve con el Presidente?

—Sí, a veces cenamos en su casa o en la mía, sin problema.

Norberto Rivera Carrera, un hombre sin problemas.

Por cierto (y quizá sin relación directa), ayer el Presidente de la República les abrió las puertas a las iglesias para tener sus propios canales de TV o estaciones de radio.

YEIDCKOL. La sabandija ya tiene nombre: Alejandro Rojas “Belaunzarán”. ¿Dos alimañas de un solo tiro?

 


[email protected]
[email protected]

Columnas anteriores



AAA