Obviamente este título encierra más una esperanza y menos una realidad. Los mexicanos no hemos logrado recuperar los territorios perdidos en el siglo XIX en una terrible guerra a la cual muchos han llamado injusta, como si las hubiera de otra naturaleza.
Pero la intención hasta ahora no revelada (algunas cosas deben hacerse con discreción), al menos de un par de integrantes del gabinete del presidente López Obrador, es la paulatina pero incesante recuperación al menos de Texas. Y no conocemos aún los intentos en territorios más cerca del Caribe, como Miami.
El caso es sencillo y evidente, como cada semana nos enteramos de algún distinguido político del gobierno Morenista con propiedades en Texas, no sería justo atribuir esos afanes inmobiliarios con la avidez patrimonial, pues se trata de personas comprometidas con la justicia y la atención prioritaria de los pobres en grados de austeridad republicana y si se llegara el caso, humildad franciscana, como nos lo ha dicho su jefe.
Por eso no le podemos adjudicar a la codicia el destino de los dineros logrados con un siglo de trabajo, en el caso de Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernación, o de quién sabe cuántos años de esfuerzo de Javier Jiménez Espriú, secretario de Comunicaciones y Transportes, para hacerse de un pisito houstoniano, de ninguna manera.
“No sólo la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, omitió declarar una propiedad —dice la prensa de ayer—, sino que ahora el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, ocultó un departamento que posee desde 2016 en Houston, Texas, con un valor de 6.6 millones de pesos (¿será de Infonavit?)
“De acuerdo con el diario Reforma, Jiménez Espriú tiene el condominio 603 de la torre Briar Place, a través de Houston Relais Real Estate Inc., compañía que él mismo formó (vivillo desde chiquillo) el 9 de enero del 2016, y que controla como único director.
“El inmueble está valuado en 346 mil dólares, que equivalen a 6.6 millones de pesos y lo adquirió por Houston Relais Real Estate Inc. el 29 de febrero del 2016, “a través de una operación de transferencia por parte de quien era su antigua propietaria, Elisa Margarita Gutiérrez, esposa del hoy funcionario federal y que lo compró desde 1992”.
“Éste se convierte en el segundo caso que un integrante del gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador omite en su declaración patrimonial y la propiedad de Jiménez Espriú está a sólo media cuadra de la torre donde Sánchez Cordero tiene el penthouse que también omitió”.
Todos sabemos, por otra parte, cómo el Presidente, quien además del ejemplo usa la historia para gobernar, conoce de sobra aquel trauma nacional imborrable por haber perdido medio país a manos de las tropas de Sam Houston y Winfield Scott, entre otros generales.
Y entre otras lecturas recuerdo ésta de Letras Libres, ahora cuando veo cómo al amparo de la ética y la justa medianía juarista (al menos en los salarios), emprendemos paso a paso y piso a piso, la reconquista texana, quizá otra versión del destino manifiesto, escrita por Marcela Terrazas y Gerardo Gurza Lavalle.
“…México y Estados Unidos: vidas paralelas. Esto dice un siglo de historiografía sobre estos dos países cuyas vidas entreveradas con trabajo alcanzan para dos.
“A cada tanto aparece una nueva historia de las relaciones México-Estados Unidos, de los entrecruces entre las dos paralelas nacionalistas.
“Los múltiples relatos de esta relación comparten conocidos puntos cronológicos (1846-48, 1914, 1938) o temáticos (imperialismo, asimetría, interdependencia, presión, resistencia)…
“…Los Estados Unidos”, escribía Martín Luis Guzmán en 1915 (La querella de México), “son dueños de los destinos de México... quien tenga en México el apoyo yanqui, lo tendrá casi todo; quien no lo tenga, no tendrá nada...”.
“…Las mejores historias de las relaciones México-Estados Unidos suelen sostener que en México el trauma de la guerra y las intervenciones está vivo y marca todo actuar frente a la gran potencia; en Estados Unidos, esa historia les tiene sin cuidado”.
Pero el destino manifiesto nunca consideró la paciencia de las hormigas, esos maravillosos seres cuya perseverancia los hace mover (lo cita Arreola de Pellicer), prodigiosos miligramos y arrastrar piedras enormes para sus minúsculas dimensiones.
¿Y cual piedra puede ser mayor? Arrastrar la reconquista de tan enorme pérdida. Eso es labor histórica, no pequeñeces.
La Carta Transformación emprende, miligramo a miligramo, la recuperación de los territorios perdidos.