Una de las principales características de la IV-T es su desinterés por las opiniones ajenas, críticas o no. Todo es percibido como si fuera un ataque político, cuando a veces se trata de una advertencia oportuna, cuya atención bien podría auxiliar.
Eso sucede, especialmente, en el sector de la salud, al frente del cual ha sido nombrado el doctor Jorge Alcocer Varela, un hombre sin experiencia administrativa para el cargo, independientemente de sus méritos clínicos, opacados, por su intensa carga ideológica (bien apreciada internamente), quien coloca a los servicios sanitarios no en el terreno de las responsabilidades de gobierno, sino en el campo de la lucha de clases.
Mientras los exsecretarios de Salud —con la notable excepción de Juan Ramón de la Fuente, quien le hizo ese trabajo a la tecnocracia zedillista— advertían en un coloquio formal sobre los inconvenientes de extinguir el Seguro Popular, el doctor Alcocer se metió (oportunamente promovido por Mario Delgado en la Cámara de Diputados), al campo de las batallas empresariales, con un lenguaje casi soviético:
“…Se trató (el SP), indudablemente, de una estrategia en alianza con el capital privado que buscaba beneficiarse de las enfermedades más que tratarse de una institución social sólida que ofreciera servicios de atención universal a todas las personas vulnerables o a todas las personas que han pasado a ser vulnerables y a las no trabajadoras…”
“…Esta estrategia es un ‘caballo de Troya’ para comercializar el acceso a la salud a través de diferentes paquetes de seguros médicos según la capacidad de pago, (por lo que) el sistema de salud en México está muy fragmentado y segmentado debido a que las políticas bajo regímenes anteriores fueron una fuente de corrupción e influencias…”
La extinción del SP se ha justificado —además de esa argumentación—, con uno de los “slogans” publicitarios y pegajosos a los cuales es tan afecto el Señor Presidente. Así como el avión presidencial se vendió (o se quiere vender) porque ni Obama tenía uno igual, el sistema institucional médico de atención a los no asegurados, se extingue porque ni era seguro ni era popular. Tan,tan.
O como dijo Tin Tan, me canso ganso.
Pero mientras el Secretario de Salud peroraba de tal manera en la Cámara de Diputados, en varios estados del país brotaban los problemas de escasez de vacunas, advertidos desde hace casi un mes por muchas personas. Esta columna en los comentarios de Crónica TV (26 de julio) , advirtió (como otros) la crisis de vacunación por venir, la cual todavía no llega a las escandalosas proporciones con las cuales nos espantaremos en los meses por venir.
El problema se puede ejemplificar con estos casos: el grupo farmacéutico Pharma, dejó de suministrar 800 mil dosis de vacuna y se siguen registrando casos en el Estado de México, en la CDMX, en San Luis Potosí y en Chiapas.
El señor Secretario de Salud, ha dicho la raíz del problema: “…la pérdida del valor de lo que es la vacunación en otros países” y el incumplimiento en la aplicación del refuerzo de una segunda dosis en el caso del sarampión.
Pero en estos casos, en especial el del Seguro Popular y las advertencias de los exsecretarios de Salud, en bloque, se responde a la manera de José Stalin, quien urdió el “Complot de los médicos”, una imaginaria conjura cuya encubierta finalidad era destruir al “politburó” comunista matando a sus integrantes con malos tratamientos.
Entre los conjurados (quienes en el lenguaje de la IV-T vendrían siendo los exsecretarios de Salud, Frenk, Soberón, Narro, Chertorivsky) estaba Mirón Vovsi, médico personal de Stalin. Quien quiera saber más de este asunto, puede leer El archipiélago Goulag, de Alexander Solyenitzin.
Hoy, en México hay otro complot (el de los exsecretarios de Salud, médicos casi todos), quienes quieren defender un seguro impopular e inseguro, cuya finalidad perversa era proteger a los mercaderes de la salud y los vampiros de la industria farmacéutica.
El complot soviético sólo sirvió para respaldar una purga y un pogromo contra los “sionistas”; según dijo Beria, años más tarde.
DEL TORO.
Mientras el gobierno cuenta chiles, el cineasta Guillermo del Toro —autodefinido en Hollywood como emigrante y mexicano—, saca dinero de su bolsa, les financia el viaje a los niños Luis Angel Gabriel Jiménez, Javier Caram y Mateo Latapí, quienes vuelven de una olimpiada de Matemáticas cargados de medallas.
Pero para ellos, ni un peso de Zhenli Ye Gon.