El primer director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología fue el ingeniero Eugenio Méndez Docurro, quien fue procesado injustamente durante el gobierno de José López Portillo. Fue también director del Instituto Politécnico Nacional y gran promotor de la televisión a través del Canal 11, convertido hoy en una cámara más del “circuito cerrado” con cuya transmisión se divulga íntegramente la conferencia matutina del Presidente de la República.
Méndez Docurro también fue un consumado “bolerista”. Tocaba el piano y escribía canciones. Como en otros casos ocurría con El Chamaco Sandoval (quien le vendía letras a Agustín Lara), don Eugenio le regaló —dicen quienes lo conocieron mejor— a Lara la hermosísima canción Serpentina, (…traza sobre mi boca la serpentina…Deja que en el secreto de tus ojeras, duerman las golondrinas de mis pesares…).
Pues ese hombre fue el responsable de echar a andar una institución promotora de la ciencia en México, lo cual equivale a fundar en Tokio una escuela de tauromaquia, una compañía de zarzuela en Afganistán o una academia de Flamenco en Arkansas; un mariachi en Tanzania o un table dance en Disneylandia. Nomás no van unas cosas con otras.
Los científicos mexicanos estudian la ciencia de otros. A algunas cosas, como a la invención de la rueda, este país llego muy tarde. Ya no digamos si pudiéramos soñar con el Valle del Silicio en Amecameca o el Mezquital.
He citado el caso de Méndez Docurro, pero podríamos hablar de otros directores del Conacyt quienes no contaron en sus haberes académicos con ciencia mayor.
Edmundo Flores, por ejemplo, quien hizo una notable obra editorial, incluyendo la revista Comunidad Conacyt, en la cual se publicaban —entre otras muchas cosas—, reportajes y ensayos (hasta yo escribí algo de eso) sobre la fiesta de los toros, por ejemplo, o análisis literarios sobre el género policiaco. Como Taibo en la semana de Gijón.
Los asuntos de la ciencia en México han dado para todo. Para becas en Japón o para revistas sobre Manolete y Sherlock Holmes.
Obviamente esta diversidad de caracteres en la conducción del Consejo científico y tecnológico nacional, nos ha alejado mucho de cualquier asunto relacionado con la creación científica, la cual ahora queremos impulsar, desde la Cuarta Transformación, con una nueva ley rechazada por la “Comunidad” científica.
Por eso llaman la atención estas declaraciones —tras el batiburrillo de los primeros meses en esa institución colmada de impreparados, cuyos cargos se sostuvieron solamente por horas— vertidas por la senadora Ana Lilia Rivera (Morena):
“Conacyt no tiene la atribución de presentar iniciativas de ley, pero sí la obligación de contribuir al análisis de los marcos jurídicos que rigen al sistema de ciencia, tecnología e innovación (CTI).
“Hemos trabajado en colaboración estrecha con el consejero Jurídico de la Presidencia (Julio Scherer Ibarra) y con sus asesores jurídicos, a quienes compartimos varias propuestas e iniciativas que fueron consolidando varias propuestas e indicaciones del Presidente, no sólo en lo que se refiere al sector CTI, sino en todas las instancias de gobierno…”
Esto, como se ve, no es sino uno más de los galimatías, a lo cual la Directora General, quien ni toca el piano como Méndez, ni viene de la universidad de Wisconsin, como Flores, responde con el método Morena: ofrecer dinero.
“(La Crónica).- Elena Álvarez-Buylla expuso algunos de los avances de la dependencia en las últimas semanas, como el financiamiento de proyectos de ciencia básica, cuyos montos fueron cuadruplicados en comparación con el año pasado.
“Esto marca un nuevo rumbo e invierte la balanza a como se habían hecho las cosas anteriormente: mayor financiamiento de ciencia básica en vez de la trasferencia de fondos públicos a entidades privadas”.
De esta forma, añadió, se beneficiarán con más de 778 millones de pesos a más de 500 proyectos que quedaron sin apoyo el año pasado, aun cuando obtuvieron una calificación de “altamente recomendable”.
Adicionalmente, informó que para la nueva convocatoria de Becas Nacionales de Posgrado se aumentó la cantidad de plazas, de 46 mil a más de 53 mil. También refirió que la dependencia restituirá las 99 Cátedras Conacyt que quedaron libres, por diferentes razones.
“Añadió que el Consejo continúa en la búsqueda de los mecanismos para incorporar a los catedráticos como personal de base en las universidades y centros de investigación donde laboran, para que se integren de forma permanente al sistema”.
Total, pura burocracia presupuestívora, mientras los chinos ya llegaron a la cara negra de la Luna, por ejemplo.