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La crisis insuperable del PAN



Algunos panistas y neopanistas, atraídos en su momento iniciático por el brillo ético y ciudadano del credo “gomezmorinista”, por cuya inspiración nació el Partido Acción Nacional como un empeño para dignificar la política y combatir las “excentricidades” del cardenismo socializante, han ofrecido una solución a la actual crisis del partido: volver a la doctrina, a los valores iniciales, al credo fundador, sin perder el foco de la actualidad.

O sea, el aggiornamento.

Eso suena muy hermoso pero al parecer resultará imposible.

Mientras el Partido Acción Nacional fue una asociación de ciudadanos imbuidos de esos valores, su organización fue meramente testimonial.

Vivieron momentos fulgurantes en la tribuna cuando se les concedieron graciosamente “diputados de partido”, y los perdieron en las votaciones. No sólo dentro del Congreso, también en el juego electoral.

Debido a fraudes en su contra o no, el PAN no ganó una elección importante hasta la debacle inducida del PRI (el presidente del CEN era Colosio) y después cuando se entregaban los gobiernos estatales, así fuera necesario despojar, para lograrlo, a quien hubiera ganado la elección, como ocurrió en Guanajuato o San Luis Potosí, por ejemplo.Quienes de ese mecanismo perverso se beneficiaron, como Medina, por ejemplo, no pueden presumir de integridad democrática.

Hoy resultaría imposible actuar con los viejos principios y valores porque muy pocos son quienes los practican. Todos han caído en las tentaciones del poder. Unos más; unos menos.

El senador Roberto Gil dijo apenas ayer en una entrevista radiofónica un dato espeluznante: hace cuatro o cinco años no hay ingresos al Partido. La afiliación se ha descuidado y los cuadros de refresco no existen. La mafia —o el grupo, para no ofender a nadie—, orquestada por Ricardo Anaya, ha confiscado el control del padrón, por eso todas las elecciones se resuelven en su favor.

Hoy, Anaya, diestro en el arte de operar en silencio desde la penumbra de sus cautos retiros, ha aparecido en el Consejo Nacional y ha habido quien hasta le ha aplaudido. El colmo.

Con los peores resultados electorales de su historia en tiempos competidos, nadie ha tenido la elegancia de poner en la mesa la reinicia y dejar a los demás reemprender un camino de reconstrucción.

Sin culpas, y mucho menos culpables, el PAN se prepara a la mascarada de octubre: elegir a Marko (con “K”, como aquella cantante “Veronika”) Cortés y prolongar los afanes de Anaya y su grupo, quienes lograron el desdibujamiento absoluto del viejo PAN y sus principios.

Si el PAN nació en un frontón, sus actuales dirigentes quieren parir el nuevo engendro en un casino.

Han propuesto una comisión para el proceso renovador de la dirigencia, el cual por reglamento debe finalizar en diciembre. Es el tiempo mayor. El menor no se determina. Colocada al frente Cecilia Romero, la única mujer presidente del CEN azul, se dispone a la compleja tarea de ser parte sin juzgar. Será difícil.

Me habla de un marco reglamentario doña Cecilia. Le pregunto si ese marco al cual se refiere no será un “Marko” y simplemente ríe y afirma conocer algunos correligionarios inclinados por esa persona.

Quienes del PAN saben, han escrito, como J.J. Rodríguez Prats, he visto una pequeña luz de esperanza (“como dice el clásico”, bromea), en esta reunión del sábado en la cual no hubo escándalos, se escuchó a todos, se analizó y se pensó una ruta.

Veo militantes serios quienes podrían encabezar la presidencia en estos tipos confusos y poco favorecedores para quienes piensan de otra forma.

La presencia del PAN es necesaria y conveniente para México.

Y es evidente cierta razón en ello, pero no desde un PAN aliado nunca más con la izquierda y sin capacidad para señalar ahora a quienes echaron por el voladero toda su historia en una aventura aliancista irresponsable (antes fracasada en varios Estados) por la cual perdieron todo.

Las derrotas del PRD y del PAN son mayúsculas. Los amarillos perdieron, hace ya varios años, a su mejor militante, quien de la nada les arrebató su sitio en la historia política nacional: el primer partido de izquierda en tomar el poder.

Y el PAN, perder la identidad y caer en manos de una pandilla de oportunistas desnaturalizados y traidores.

Sólo el PRI perdió más: perdió la Presidencia de la República y el porvenir. No son poca cosa.

 

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