Más allá de la abundante fraseología sobre el poder, su naturaleza y sus consecuencias, los mexicanos hoy vemos, algunos con estupor, otros con alegría, el regreso al poder total como no se veía en México desde la expulsión de Plutarco Elías Calles por Lázaro Cárdenas.
En este caso don Andrés Manuel no echó del país a Enrique Peña: desde antes de asumir, lo acompañó a recorrer las galerías del Palacio Nacional entre palmadas en la espalda y sonrisas de cortesía.
La enorme concentración de poder de Cárdenas —explicable por razones de geopolítica y temperamento militar—, produjo en México, entre otras cosas, la organización política de la derecha “Demócrata Cristiana”, cuya experiencia con la Guerra Cristera venía dejando un sedimento cuya naturaleza es compleja de explicar y quizá más ardua de comprender.
Pero hoy tenemos un “poder de poderes”, descrito así por quien ha jurado no emplearlo para el sometimiento de los demás al Ejecutivo. Lo quiera o no; tampoco puede rechazarlo. Lo posee (y de manera legítima), y con él las consecuencias, voluntarias o involuntarias de su aplicación.
No es una cuestión volitiva.
Pero el problema del poder no es el poderoso, si así se pudiera decir, sino quienes le sostienen la parihuela en el desfile triunfal. La corte, los obsequiosos, los lambiscones y los aduladores. Ésos son quienes para congraciarse con el Señor, buscan enemigos hasta debajo de las piedras, con tal de presumir eficacia y lealtad. Todos dicen amar al ungido.
El poder es el peligro mayor de los seres humanos. Y como decía Castiglione, “cuando el jefe puede lo que quiere, se corre el gran riesgo de que quiera lo que no debe querer”.
Por eso en estos días uno debe estar atento a los signos porque los cazadores de brujas necesitan empleo. Y lo malo no es ser bruja o brujo, lo peligroso es estar en Salem, como debió decir —y no dijo—, el gran dramaturgo, Arthur Miller.
Todos conocemos aquella frase sobre la capacidad corruptora del poder. El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente, nos enseñaron.
Pero un día Rubén Blades, ese artista de la canción, entre otras cosas, nos puso a pensar con su reflexión: “el poder no corrompe, el poder desenmascara”, lo cual equivale a aquella otra versión de los pueblos y los gobiernos.
Siempre nos dijeron, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, pero alguien corrigió y dijo, no los pueblos tienen los gobiernos “que se les parecen”.
Pero sea como sea, pienso a veces en aquella frase atribuida a Montaigne, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el culo”.
TRENES EN MÉXICO
Ahora cuando el presidente electo ha anunciado su idea de construir un tren turístico en cinco estados (Tabasco, Chiapas, Yucatán, Campeche y Quintana Roo), vale la pena recordar el inconcluso proyecto del otro tren, el Transístmico, el cual se ha planeado hacer desde eitmpos de Porfirio Díaz.
El año pasado, para quien lo haya olvidado, apareció esta noticia:
El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, decidió tomar como bandera de su gestión la construcción de un “Canal de Panamá” gasífero, que evitaría a los productores de Estados Unidos trasladar el fluido hasta ese país centroamericano, para exportar a Asia…
“..La idea de la obra, que prevé un costo inicial de 400 millones de pesos, es conectar al océano Pacífico con el Atlántico, atravesando en tan sólo cuatro horas por tierra los puertos de Salina Cruz, Oaxaca, con el de Coatzacoalcos, en Veracruz, separados por unos 300 kilómetros. Esto permitiría reducir el traslado de hidrocarburos entre ambos océanos de los 16 días que hoy demanda vía Canal de Panamá a apenas una semana.
El presidente Peña Nieto apoya la iniciativa de Murat e incluso ordenó a su secretario de Comunicaciones y Transporte, Gerardo Ruiz Esparza, que analice la posibilidad de construir en ese tramo un tren rápido que conecte los dos océanos y además mejorar los libramientos de Matías Romero y Salina Cruz para que los camiones recorran el trayecto en apenas cuatro horas…”
A este respecto AMLO dijo (oct. 2015) “…si el proyecto transístmico de Peña Nieto es una copia del realizado por él, el presidente del Consejo Nacional Morena sostuvo que es una mala copia, pero Enrique Peña no va a hacer nada.
“Aseguró que en el 2018, retomará el proyecto transístmico, pero con la participación de la gente, es decir, habrá asambleas de todos los pueblos del Istmo y se les pondrá a consideración el plan, así como se les informará los beneficios que recibirán los habitantes de la región.
“No es que van a venir las empresas extranjeras a medrar, a robar, a saquear y a empobrecer a la gente, esta es otra idea, otro concepto, otro proyecto, es beneficiar a la gente, sobre todo que haya empleo en el Istmo que eso es lo que hace falta, que haya trabajo y bien pagado, pero manejado con la gente, desde las comunidades”, dijo.