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Oceanografía, escándalos sin consecuencia



México es un país en donde con frecuencia se desborda un escándalo en el cual se mezclan como típicos componentes de la inmoralidad los negocios privados con los negocios públicos, y posteriormente  el manejo así nomás, al desgaire de las responsabilidades.

Y siempre escuchamos la misma advertencia: “No habrá en este caso contemplación para nadie, no habrá perdón para los culpables, llegaremos hasta donde sea necesario, iremos hasta las últimas consecuencias” y después una frase apoyada en una ley al parecer ya  derogada pero cuya mención es frecuente; la ley de la “gravedad política” cuya dice “caiga quien caiga”. ??

Si Newton hubiera entendido así la Ley de la Gravitación Universal, la manzana se habría quedado en medio, entre la rama y su cabeza y no habría logrado razonar cómo la fruta cayó “pa’ bajo” en vez de caer –como aquí—“pa’ rriba”, lo cual forma el episodio anecdótico de toda su reflexión matemática y filosófica sobre la gravedad y la atracción de la tierra.

Pues aquí “caiga quien caiga” pues no cae. Pero este asunto de “Oceanografía” tiene algo más importante porque ocurre en el área más sensible del interés y la importancia del trabajo de este gobierno. Esta reformista administración tiene como divisa las reformas, pero de entre todas esas hay una cuya vigencia plena (dicen), le va a dar viabilidad futura a México. Es la reforma energética.

Y este fraude de “Oceanografía” golpea la credibilidad del modelo de asociación empresarial entre el antiguo monopolio de Petróleos Mexicanos y las empresas concurrentes con sus esfuerzos a explotar los recursos y traer inversiones y a generar el empleo y abaratar y mejorar la vida de los mexicanos.

Entonces, cuando este asunto fue detonado por un fraude a un banco privado, automáticamente todo el mecanismo de protección del gobierno lo desvió hacia un asunto entre particulares, aunque uno de esos particulares utilizara los contratos derivados de su vieja relación con Petróleos Mexicanos y la confianza generada por concesiones anteriores frente a los banqueros, quienes ahora nos resultaron ingenuos.

No pagan un cheque firmado con tinta verde pero no vieron pasar contratos y contratos fraudulentos sobre obras fantasmales y por tanto inexistentes. Total, eso le costó al banco cinco mil millones de pesos en dinero, pero a Petróleos Mexicanos le costó muchísimo dinero en imagen pública, así no haya sido esta administración quien inició la fiebre de ese contratista, pero sí fue en ella cuando ocurrieron los fraudes.

Y desde hace muchos años, desde el gobierno del presidente López Mateos, escuchamos una frase la cual los mexicanos a veces ya no queremos volver a oír.  Cuando se mexicanizó la industria eléctrica acababa de ocurrir un fraude parecido al de “Oceanografía”, pero en chiquito en la zona petrolera de Poza Rica, porque el superintendente de esa zona, un señor Jaime Merino, se había “clavado la lana” de todo, de todo, de las obras, de los trabajadores.

Y entonces el presidente López Mateos para advertir la pureza futura en la industria eléctrica, a final de cuentas parte del mundo energético, dijo, “aquí no habrá Merinos ni ladrones”, con lo cual quizá inconscientemente los confinó a Pemex.

Hoy tenemos ya a este señor Amado Yáñez en la mano de la justicia. Lo metieron a un hospital, le cambiaron de nombre, fingieron otra identidad (muy imaginativa, le pusieron Juan Pérez); lo detuvo la PGR, lo consignó, pero la manera como se presentaron sus delitos ha permitido salir durante el proceso.

Cuando termine su tratamiento, será consignado y saldrá bajo fianza, una fianza de 80 millones de pesos. Y cualquiera dice, esa es una cantidad de dinero imposible para casi todos los mexicanos, pero 80 millones de pesos no son nada para un señor cuya astucia defraudó cinco mil millones de pesos a un banco estadunidense a plena luz del día.

Si así es la proporción pues deme dos, deme uno para llevar. ¿Y sabe señor?, a ver si mientras le buscamos otro delito y lo consignamos por algo grave.

Pero la ejemplaridad de todo esto, para lo cual se ha hecho hasta una comisión especial en la Cámara de Diputados con la finalidad de entregar su informe al Presidente de la República, al Gobierno Federal, se ha ido por los suelos.

Ha habido dos comparecencias del director general de Pemex en la Cámara de Diputados; estuvo el procurador general de la República para analizar este caso cuya solución debería ser ejemplar en su desarrollo y en el castigo de quien sea culpable de los delitos cometidos, en acatamiento pleno a la ley newtoniana ya tan en desuso, caiga quien caiga, o como diría el cantaor, cayere quien cayere.

Pues no, al parecer el globo, el enorme globo se está desinflando y el asunto de “Oceanografía” pasará así de largo.  El banco ya suspendió, desplazó, a 11 funcionarios quienes  por ineptitud (y nada más, no crea otras cosas) autorizaron los créditos.

Pero como sea, hoy andan bailando el prestigio de Pemex, la viabilidad de un sistema del contratismo en víspera del neo-contratismo hasta con agentes extranjeros.

Y también está bailando la viabilidad de la capacidad investigadora de la Cámara de Diputados y no hay nadie en la prisión, nadie. Hay la cantidad de personas en El Torito por echarse dos cubas de más en la celebración del triunfo de México o el lamento etílico por la lesión de Luis Montes, supera a la de los complicados en el escandaloso caso de Yáñez y compañía.

Por lo pronto todo ha caído en los fáciles terrenos del litigio. Los años por venir serán duros para Yáñez y fructíferos para sus abogados quienes mientras se frotan las manos de puro gusto podrán eternizar procesos y presentar impugnaciones, apelaciones y toda clase de chicanas, truculencias, tenebrosidades y maniobras.

Y mientras el descuidado banco, flor de inocencia en el desalmado mundo del dinero y sus tiburones binacionales, chilla por un pago de cinco mil 300 millones de pesos, tan distantes de los 80 millones de la fianza bienhechora.

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De la calle de Roma, donde están las oficinas de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) de la Secretaría de Gobernación, al despacho de la Subsecretaría de Medios de esa misma dependencia (Barcelona), no hay ni siquiera diez cuadras.

De rodillas, como si fuera una penitencia, cualquiera las cubriría en una fatigosa jornada, pero Andrés Chao necesitó varios meses de espera y disciplina hasta ver coronado el insólito caso de las cuadras más largas del mundo. Finalmente fue nombrado subsecretario de Medios, puesto en el cual ya intervenía aun sin tener la responsabilidad oficial, pero sí la confianza del secretario Osorio Chong.

Enhorabuena.

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Justísimas las palabras de Tristán Canales hacia Ricardo García Villalobos, en cuyo nombre ha establecido el Consejo Nacional de la Abogacía su presea mayor. Hombre maravilloso y recuerdo de orgullo para todos quienes lo conocimos. Así fue Ricardo, gran amigo, gran persona.

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