Uno puede leer las crónicas de Baltazar Dromundo o los añejos textos de Alejandro Gómez Arias (a quien tanto extraño en los desayunos del Diplomático); divagar en torno del origen de la autonomía universitaria, como parte de la ebullición del vasconcelismo y sus efectos en la política del siglo XX, y no encuentra elemento alguno para ir en contra de esta libertad esencial, sin cuya vigencia la vida estudiantil y la amplitud del pensamiento serían imposibles.
Por eso la autonomía universitaria no debe ser ni escudo ni plataforma. Una cosa es la autonomía universitaria y otra la autonomía política universitaria.
Por eso sus conflictos deberían resolverse intramuros, sin sociedades de auxilio (excepto en casos de seguridad, como los recientes) o búsqueda de salvavidas, como se acaba de atestiguar en la visita inexplicable (o inexplicada) del rector Enrique Graue a la casa del Presidente Electo, quien en sentido estricto nada podría hacer ahora ni debería en el futuro, excepto ofrecer paternales consejos de dialogar hasta el infinito.
Graue fue bien recibido por Andrés Manuel López Obrador y prácticamente expulsado del Colegio de Ciencias y Humanidades (Azcapotzalco), cuyos estudiantes protestaban por cualquier cosa en la amplísima explanada de la Rectoría de Ciudad Universitaria, cuando fueron atacados por golpeadores provenientes del lejano norte de la ciudad. Un paliativo político y una derrota estudiantil.
Y en ese contexto siguen vigentes algunas interrogantes. La primera es ésta: tan importante o más como la identidad de los “porros” es su filiación política. La pregunta no es quiénes son, sino de quién son.
Pero en torno a la visita a la casa de campaña, también surgen muchas preguntas.
La principal de ellas es sobre las potencias del Presidente Electo en la solución de este conflicto; el cual , por ahora, no es sino un asunto del Ministerio Público, cuya evolución lo podrían llevar a una permanente agitación con pretextos diversos, cosa muy frecuente en la vida estudiantil.
Lo relativamente complicado es encender la chispa. Lo demás es automático. En la seca pradera de la eterna inconformidad juvenil la paja seca se alimenta sola y el incendio se hace incontrolable.
En ese sentido, el rector Graue trasladó el conflicto estudiantil al otro terreno político. Mientras no se conozcan los términos de la conversación entre él y Andrés Manuel, queda únicamente el relativo y no atendido beneficio de una pública palmada en la espalda y una sugerencia a la comunidad para entregar su confianza a las actuales autoridades, lo cual puede ser interpretado de varias maneras.
Una de ellas es la velada orden —si la hubiera—, a quienes atizaron el conflicto, para retirarse.
La otra, el obsequio de una charola de plata con la universidad encima de ella, cuando falta casi un año para buscar la reelección. Quizá la próxima rector (o rectora), sea un distinguido cuadro de Morena. Pero eso es especulación pura. Lo real es la fecha de mañana y su significado simbólico.
Hace 50 años el rector de la Universidad, Javier Barros Sierra, marchaba al frente de los jóvenes. Hoy, si los hijos de aquellos deciden marchar nuevamente en silencio, lo harán sin su rector, a quien han echado de su colegio de Azcapotzalco.
En los 50 años de la Autonomía, la cual como concepto en subasta ya se ha convertido desde entonces en una parte del “sistema”, Alejandro Gómez Arias aclaró un poco la bruma del tiempo y se refirió al contexto autonómico del 29:
“1- La revuelta, la asonada militar encabezada por el general Escobar.
“2- El movimiento cristero que más que efectos militares produjo una gran agitación social en la República, y
“3- La campaña por la sucesión presidencial en la que figuró el licenciado Vasconcelos.
“Todo se encuadra en un hecho general que podríamos decir es el agotamiento del sistema de gobierno que la Revolución había impuesto. El régimen de los generales ya era inoperante y era visible que la Revolución daba en ese momento un viraje y un cambio que revelaba su descomposición interna. El hecho de que los generales, los caudillos militares, se destruyeran entre sí, revelaba esa descomposición.
“Una nueva burguesía avanzó en el escenario nacional, desprendida justamente de las filas revolucionarias.
“En ese marco, en ese ambiente, se sitúa el movimiento estudiantil que sólo con un criterio superficial podemos considerar como una rebelión contra los reglamentos de la Facultad de Derecho. El movimiento estudiantil recogía una larga tradición autonomista que desde 1910 tiene manifestaciones que se van registrando con más frecuencia hasta llegar al año de 1929.
“Así, por estas razones, este movimiento que causó tan profunda inquietud en la juventud no sólo de la ciudad sino de todo el país, se agregaba al descontento general, al sentimiento de renovación en todos los órdenes que dominaba al país hace 50 años.”
El actual momento también está dominado por un sentimiento de renovación.
Twitter: @CardonaRafael