Usted lo puede creer o no pero ha habido quien en el extremo del exceso y el exabrupto, ha cometido la extensa y excéntrica exageración de señalar la fecha del cese del indiscreto ex fiscal contra los Delitos Electorales, Santiago Nieto, como día inicial de la agonía democrática mexicana. Democracia con extremaunción.
Como se quiera ver, la remoción de un funcionario no puede marcar el inicio de algo tan difuso como un proceso demoledor de un sistema. Es como si lleváramos al espacio exterior o extraterrestre la teoría del caos, según la cual una mariposa muerta en el Amazonas provoca un tsunami en Indonesia. Pues estaríamos todos permanentemente bajo el tsunami. Exánimes o extintos. Explicación extraviada.
Eso está bien para la ficción científica (“science fiction”, le llaman los angloparlantes) o el ángel exterminador pero suena hasta pueril cuando se analizan así los fenómenos políticos cuya complejidad es superior a un señor removido de su cargo por indiscreto e incumplido de las obligaciones de reserva de las investigaciones bajo su responsabilidad. Así de sencillo. Pero a veces la verdad no rinde frutos.
Se debe excavar en los campos del exotismo.
Dicho así, como lo leí hace poco, con una cierta extrañeza, parece como si el mundo estuviera a punto de terminarse, como si Santiago Nieto fuera en verdad una persona de tan desmesurada importancia. ¡Oh!; explosión.
Muestra extravío tan excepcional interés en el caso. Insisto, parecen extraversiones, extrusiones con tanta examinación, tan gordo exordio, tan excelentes explicaciones ex cátedra, para algo tan simple como el cese de un burócrata en un mundo en el cual —se nos ha dicho— la principal obra de la democracia no es elevar a nadie intocable en los altares de la perpetuidad, sino construir instituciones funcionales por encima de las personas y aun a pesar de ellas. ¿Me explico o me extiendo y me explayo extenuado?
Ni desaparecen ni se excluyen las investigaciones en curso, ni se acaba con este pilar del sistema electoral cuyas otras dos patas en el trípode legalista son el Tribunal y los órganos de vigilancia dentro del propio Instituto creado para tales fines.
—¿No es una enseñanza válida la supremacía de las instituciones por encima de las personas? Exorcicemos a los exaltados examinadores. ¿Vendrán de Extremadura?
Pues este caso no parece ser visto de esa manera institucional. No al menos por algunos de los defensores del fiscal abatido, críticos feroces del encargado de la Procuraduría General de la República, a fin de cuentas superior jerárquico, quien hoy siente excesivos respaldos en el mundo de las excelentes conciencias.
Pero hay en este caso un ángulo poco explorado. Estas son simples preguntas.
Si la infidencia de Santiago Nieto en su confusión de papeles --papeles en el sentido teatral, roles, pues; no en el tráfico de documentos reservados y exclusivos—, causó (por su divulgación en un sistema informativo tan extenso como el del “Grupo Reforma”, con sus grandes diarios regionales y su plataforma digital y su innegable influencia), una alteración visible al debido proceso de Emilio Lozoya, podría este caballero recurrir a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a solicitar medidas cautelares en su favor?
Quizá de la misma manera como ante ese tribunal de conciencia podría acudir el defenestrado fiscal Nieto a explayarse y exigir lo mismo por el atropello sufrido (por la forma como lo echaron), ahora cuando ya tiene la CNDH atribuciones en materia de excesos laborales.
Posiblemente ambos acudan.
Uno por la causas ya dichas y el otro para exorar por habérsele enturbiado su (humano) derecho a la justicia cuando se contaminó la investigación en su contra y se le señaló con incordio extremoso como agente de presión contra el Ministerio Público Electoral, por así llamarlo y se le exhibió y estigmatizó como experto en presiones extrajudiciales.
Quizá ex auditu o ex oficio, pero podríamos caer en un caso de “exceptio probam regulam”, como habría dicho un abogado fervoroso de los latinajos.
Nadie sabe cómo ocurrirán las cosas, pero este asunto, con sus derivaciones jurídicas (exceptio veritatis) y políticas, parece ser el más suculento preámbulo a los inminentes destapes de candidatos y el arranque de la marcha de un ventilador al cual se le han colocado en las aspas, excesivas excrecencias exclusivas para el extraordinario proceso y sus expertos de excluyentes, exclamaciones.
Expectantes exclamaremos expansivas expiaciones. Quizá lo leamos en Excélsior, quizá nos hagan expavecer y terminemos expatriados.
Pero eso sí, muy exultantes de extraer eximias exigencias explicativas, exhibicionistas y exorbitantes.
¡Extra, extra!, gritarán los papeleros.